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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Cuatro años más para George Bush

El republicano George Bush ha superado con éxito la reválida de las presidenciales, imponiéndose por una diferencia de más de tres millones de votos al demócrata John Kerry. Bush despeja así los fantasmas de las elecciones de 2000 y regresa a la Casa Blanca con una legitimidad incuestionable. Además, los republicanos refuerzan su mayoría en el Congreso. Y todo esto ocurre tras cuatro años de mandato en los que Bush y su equipo han provocado importantes daños a la economía estadounidense (más déficit, menos empleos), han manipulado a los ciudadanos para justificar la guerra de Irak (como demostró la investigación de la Comisión del 11-S), han elevado varios grados la tensión geopolítica global y han dañado severamente las relaciones de Estados Unidos con las principales potencias de Europa.

Esas políticas, tan denostadas por un elevado porcentaje de la opinión pública a este lado del Atlántico, han sido apoyadas por la mayoría de los votantes estadounidenses. Y ello debería ser suficiente para desterrar el cliché, extendido en importantes despachos de la Vieja Europa, de que Bush es simplemente un hijo de papá con escasas capacidades intelectuales, que adolece de cierto fanatismo religioso y que llegó a la Casa Blanca por casualidad o, peor aún, sirviéndose de malas artes.

A partir de ahora George Bush, con su fervor evangélico y su visión maniqueísta del mundo, es sobre todo el líder legítimo de la mayor potencia económica, política y militar del planeta. Y Europa debe aprender a vivir con ello. Una Europa en la que sólo tres líderes de peso (el británico Tony Blair, el italiano Silvio Berlusconi y el ruso Vladimir Putin) han apoyado de manera firme al republicano de Texas.

La inestabilidad de la economía global, la amenaza creciente del terrorismo internacional y la persistencia de importantes focos de conflicto en zonas como Oriente Próximo son retos que tienen demasiada envergadura como para que las grandes potencias democráticas puedan permitirse el lujo de caminar dándose la espalda.

Frente al 'choque de civilizaciones' enarbolado por Bush para justificar sus cruzadas bélicas, José Luis Rodríguez Zapatero propuso recientemente en Naciones Unidas que se trabaje en aras de una 'alianza de civilizaciones'. Son dos visiones del mundo diametralmente opuestas, pero Estados Unidos y Europa están obligados a encontrar una tercera vía por la que puedan caminar juntos en la defensa de la paz y la prosperidad global.

En lugar de seguir pegados al televisor en espera de un resultado electoral en Estados Unidos que sea de su agrado, los líderes de la Unión Europea deben dar los pasos necesarios para dejar de ser un enano político y militar que tiene que contentarse con reaccionar (a favor o en contra) de las decisiones emanadas desde Washington DC. Sólo así podrá garantizarse un futuro mejor para todos.

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