La gran participación subraya la relevancia dada a estos comicios
Alas 6.00 de la mañana abrieron las urnas de los estados de la costa este. Veinte horas más tarde cerraba la última en Alaska. Una jornada electoral maratoniana que se prolongó hasta bien entrada la madrugada con el recuento de los votos, en una de las elecciones presidenciales más reñidas de la historia de Estados Unidos.
Alas 6.00 de la mañana abrieron las urnas de los estados de la costa este. Veinte horas más tarde cerraba la última en Alaska. Una jornada electoral maratoniana que se prolongó hasta bien entrada la madrugada con el recuento de los votos, en una de las elecciones presidenciales más reñidas de la historia de Estados Unidos.
Al cierre de esta edición, lo único que nadie discutía es que la afluencia de votantes a las urnas era récord. Convencidos de que cada voto es esencial, como pudo verse en las polémicas elecciones de 2000, los estadounidenses hicieron largas colas desde primera hora de la mañana para intentar romper el empate técnico con que llegaban los candidatos George Bush y John Kerry. Ni siquiera la lluvia torrencial que asoló ciudades como Cincinnati hizo mella en la moral de unos ciudadanos que, paraguas en mano, se mantenían estoicamente en la cola para depositar su voto en la urna.
El sentimiento protagonista del día, así como de las semanas precedentes, fue la incertidumbre. El republicano George W. Bush se presentaba ayer a la reelección para un segundo mandato sin haber conseguido sacar a su oponente demócrata una ventaja clara en las encuestas.
En las semanas previas a la jornada electoral, la lectura de las ajustadas encuestas ha llevado a los partidos a la conclusión, sobre todo al Demócrata, de que la única manera de ganar ventaja no sólo era convenciendo a los indecisos, sino ganando nuevos votantes. Es decir, llevando a las urnas a los que no han votado nunca. Desde los dos partidos se ha hecho hincapié en la necesidad de votar, algo que también han hecho desde hace meses grupos de presión, entidades sin ánimo de lucro y asociaciones juveniles.
La campaña ha dado resultado. Las previsiones apuntan a que casi 125 millones de ciudadanos acudieron ayer a las urnas. Ello supone un índice de participación de más del 60%, una cifra histórica que supera con creces a los 106 millones de americanos que votaron hace cuatro años.
En Florida, el Estado en el que se decidió la presidencia de Bush en las elecciones de 2000, 1,6 millones de ciudadanos ya habían votado por correo o en las urnas que se abrieron con antelación para evitar aglomeraciones el día 2. Aún así, se veían largas colas desde primera hora de la mañana.
Uno de los primeros en acudir a votar fue el presidente Bush. Acompañado por su esposa y sus hijas, Bush depositó el voto poco antes de las 9.00 de la mañana en el departamento de bomberos de Crawford (Tejas), cerca de su rancho.
El presidente dijo que esperaba que las elecciones se decidieran ayer mismo y no como en 2000, cuando fueron necesarios 36 días de recuento de votos y la definitiva intervención del Tribunal Supremo para determinar quién era el ganador. Haciendo gala del optimismo que tanto aprecian los estadounidenses en sus líderes, Bush se mostró convencido de que iba a ganar.
Con más cautela se manifestó el candidato a la vicepresidencia por el partido Demócrata, John Edwards, en el programa Today de la NBC ayer por la mañana: 'Honestamente, no creo que sea posible predecir qué va a pasar'. Eso si, admitió que era 'muy optimista'.
Los dos partidos no dieron la campaña acabada hasta bien entrada la tarde. Tras depositar su voto, Bush voló a Washington haciendo escala en Columbus (Ohio) una de las plazas más decisivas de esta elección. Ohio es importante para Bush ya que en la historia de EE UU ningún republicano llega a la presidencia si pierde en este estado.
John Kerry votó pasado el medio día en la localidad de Boston, después de celebrar un último acto electoral en La Crosse (Wisconsin) donde agradeció a los voluntarios de su campaña la ayuda prestada. El demócrata no quiso hacer quinielas por la mañana: 'Eso depende de los americanos'.
El próximo presidente tiene por delante una dura tarea y los estadounidenses fueron a votar conscientes de que se juegan mucho. Y no son los únicos. En el resto del mundo se esperan los resultados con la respiración contenida porque estas votaciones son decisivas para la evolución futura de aspectos claves de la política y la economía internacional.
En la arena internacional, el hombre que se instale en la Casa Blanca durante los próximos cuatro años deberá buscar una salida al conflicto en Irak y revisar las alianzas internacionales en la inconclusa batalla contra el terrorismo. Dentro de EE UU, los principales retos son de carácter económico.
El nuevo presidente tiene que hacer frente al reto de la jubilación masiva de los llamados baby boomers. Algo que aumentará la presión sobre los presupuestos federales, que ya están bajo la intensa carga de un déficit de 413.000 millones de dólares. Analistas como Stephen Roach, de Morgan Stanley, aseguran que habrá que tomar medidas impopulares como recortar el gasto y subir los impuestos. Esto último sería un gran revés para Bush, que ha repetido hasta casi la afonía que hará permanentes los recortes de impuestos de su primera legislatura.
Para muchos analistas, la campaña ha carecido de credibilidad en este punto. Ambos candidatos han comprometido un aumento de gastos de casi 1,35 billones de dólares en la próxima década, aunque también dicen que reducirán a la mitad el déficit en cinco años. Solo Kerry ha hablado de subir impuestos.
El próximo presidente debe cuadrar la disciplina fiscal y las necesidades sociales de un país en el que las disparidades entre ricos y pobres aumentan.
Pero por mucho que los economistas y organizaciones internacionales insistan en la necesidad de reducir este déficit y el de la cuenta corriente, la salud de las cuentas públicas no es un asunto que cale en la sensibilidad y confianza de los votantes tanto como la escasa creación de empleo. Pese a que el ritmo de crecimiento es bueno, 3,7% en el último trimestre, la economía parece haber perdido el dinamismo de antaño por lo que respecta al empleo.
Todo ello ha llenado de dudas a muchos economistas que creen que la sostenibilidad del crecimiento está meramente hilvanada. Esta circunstancia tiene importantes consecuencias internacionales al ser EE UU el motor del crecimiento mundial. Aún en clave económica, desde fuera de las fronteras se vigila el compromiso de la Administración estadounidense de cara a la próxima ronda de comercio mundial. Y una decisión que ya no se puede posponer más: el nombramiento de un nuevo presidente para la Reserva Federal.
Las batallas legales amenazan con oscurecer el resultado de las elecciones
La batalle legal en 2000 comenzó cuando se contaban los votos. En 2004, los problemas han empezado antes, lo que puede retrasar el resultado de una elección en la que cada voto cuenta. Cuatro años después, no se han disipado las sospechas sobre el sistema electoral americano. En algunas casos, porque no se han arreglado los problemas, y en otros porque el arreglo se ha percibido como equivocado. Además, con las previsiones de un resultado ajustado, los partidos han multiplicado esfuerzos para controlar los registros de electores y eso ha llevado a que se oigan antes las denuncias de 'fraude' y 'coacción'. Demócratas y republicanos tienen una legión de abogados que hace semanas lucha por cada voto. A la vigilancia bipartidista se une por primera vez la de la OSCE, algo que ha herido algunos orgullos. Los previsibles problemas a nivel nacional pueden llegar por una novedad electoral: los votos provisionales, de electores cuyo estatus legal no es claro y se contarán a posteriori una vez que se haya resuelto el derecho del ciudadano en cuestión. En Colorado, Minesota, Florida, Pensilvania, Ohio y Wisconsin hay factores adicionales que elevan el riesgo judicial. Con la mayor parte de los votos electorales en disputa en Pensilvania, Ohio y Florida, y el precedente de este último Estado, los abogados vigilarán el desenlace de estas zonas con mayor énfasis.
La campaña electoral más cara ha costado 3.900 millones de dólares
Uno de los motivos por los que estas elecciones pueden ser caracterizadas de históricas es su coste. De acuerdo con el Center for Responsive Politics, la carrera presidencial y al Congreso este año ha tenido un coste de cerca de 3.900 millones de dólares, un 30% más que la de 2000. Y todo ello después de que se renovara la ley electoral para poner coto a las contribuciones privadas a las campañas, algo que hacía prever un menor gasto.Pero no ha sido así. El incierto resultado de las elecciones que marcaron los sondeos y la necesidad de ganar la calle ha hecho que los partidos no reparen en gastos para conseguir los 270 votos de colegios electorales necesarios para hacerse con la presidencia. Los lugares donde más se ha gastado fueron aquellos donde más disputa había: Ohio (20 votos), Pensilvania (21 votos) y Florida (27). Sólo en las convenciones, cada partido gastó 162 millones. Parte del dinero que se obtuvo en la recta final proviene de ciudadanos que han expresado su apoyo a uno u otro candidato y que, según la nueva ley, pueden recibir cantidades ilimitadas de dinero. En total han puesto a disposición de sus patrocinados 436 millones. Incluyendo el coste público (Federal y de los Estados) que el mismo proceso electoral tiene, el gasto total se calcula en 5.000 millones.