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Tribuna
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¿Y ahora qué?

Los cambios que se han producido en Repsol y Gas Natural amplían el abanico de posibles operaciones en el sector también hacia el sector eléctrico, opina el autor. Sin embargo, sostiene que el horizonte actual desaconseja la toma de decisiones apresuradas

El miércoles pasado, el consejo de administración de Repsol, después de una tensa comisión ejecutiva, admitió la dimisión de Alfonso Cortina y su sustitución por Antoni Brufau, con el voto favorable de La Caixa, Caixa Catalunya y de Pemex, que representan aproximadamente el 20% del capital de la petrolera.

El enfrentamiento entre La Caixa y Repsol, escenificado en los últimos años mediante leyes peculiares, indefiniciones estratégicas y desacuerdos de gestión, había provocado situaciones y soluciones inestables. La primera lectura, por tanto, de este acontecimiento es que pacificará las relaciones entre gestores y parte del accionariado de estas empresas, que durante los últimos tiempos estuvieron caracterizadas por este conflicto larvado.

Desde la perspectiva de los mercados, la forma de hacer la sustitución ha sido impecable, y, en la medida en que pone fin a los desencuentros mencionados, los mercados le han dado una lectura muy positiva. Además, para evitar rumores innecesarios, poco o nada es lo que se había anticipado por parte de analistas y operadores del mercado.

La cuestión que los mercados se preguntan ahora es qué va a pasar a continuación. En mi opinión, hay que dar tiempo al tiempo y, de momento, que se vayan despejando ciertas incertidumbres.

En principio, Repsol, y en parte también Gas Natural, deben asimilar lo ocurrido y esto necesita tiempo. Por otro lado, el horizonte actual al que se enfrentan las empresas energéticas en España está sometido a suficientes cambios como para no hacer recomendable ninguna decisión apresurada.

El Libro Blanco anunciado por el Ministro de Industria sobre el mercado eléctrico y la fuerte volatilidad de los precios del petróleo son dos factores capaces de justificar la ralentización de cualquier decisión sobre la configuración estructural de nuestras empresas energéticas. Una operación de fusión o consolidación empresarial, puede llevar meses de decisión y años de implantación, pero uno de sus momentos más complicado es su paso por los organismos de regulación y competencia correspondientes.

La respuesta a la pregunta de ¿cómo pueden responder estos organismos e instituciones, mientras se definen cambios, quizás sustanciales, en el entorno de regulación de nuestras empresas de energía? es hoy, cuando menos, incierta. El Gobierno es relativamente nuevo y aspectos sustanciales de su política energética y de competencia están aún por definir. El Libro Blanco anunciado sobre la reforma en el mercado de generación eléctrica es un síntoma de este proceso de definición.

Pero tras la reflexión de empresas, Gobierno y consumidores vendrán las acciones de unos y otro; tras el Libro Blanco vendrá el diseño de los mercados y con él las decisiones empresariales y regulatorias sobre el mapa energético. Las posibles opciones son varias. Es cierto que Repsol y Gas Natural juegan ya, en lo que se refiere a sus aprovisionamientos, en unos mercados cuya geografía supera con creces los ámbitos locales y nacionales en los que se sitúan la mayor parte de sus operaciones al por menor y que esta reflexión sobre los mercados nacionales sólo afecta a una parte de sus actividades.

En los mercados internacionales de exploración y aprovisionamiento de crudo y gas natural licuado, así como en su transporte y trading hay una fuente de sinergias por volumen que cualquier decisión futura de estas empresas deberá considerar. De igual forma, la rápida extensión que en Occidente están teniendo las tecnologías de generación eléctrica mediante ciclos combinados puede hacer interesante la extensión del aprovisionamiento de GNL (gas natural licuado) a la gasificación y electrificación del mismo.

Los cambios de este último miércoles en Repsol y Gas Natural también amplían el abanico de posibles operaciones societarias hacia la consolidación, adquisición o fusión de alguna empresa eléctrica en España. En este caso, se debería encontrar un equilibrio estable entre la configuración de un nuevo gran grupo energético y el desarrollo de la competencia que nuestra pertenencia a Europa hace irrenunciable y que, previsiblemente, las conclusiones del Libro Blanco, afianzarán.

Todo es posible, incluso no ir más allá y dejar las cosas como están. Aún es pronto para, desde la perspectiva de los mercados, anticipar qué decisiones adoptará el nuevo equipo. De momento les toca analizar posibles sinergias en mercados internacionales y esperar a que, en España, el Gobierno y las instituciones de regulación y defensa de la competencia, vayan despejando las incógnitas e incertidumbres que hoy sobrevuelan los ambientes en que se mueven nuestras empresas de energía.

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