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Adiós a los límites de peso en los envases

No busque en el supermercado un tubo de dentífrico de más de 300 gramos de capacidad. Ni un paquete de sal común de 200 gramos. No se desespere buscando un paquete con menos de 50 gramos de talco. Ni un desodorante de más de 200. No existen. Al menos en Europa.

La legislación comunitaria armonizó hace 20 años los tamaños y contenidos de un sinfín de productos. Y unos años antes, en 1975, ya había regulado, además, la capacidad de los envases para bebidas.

Desde entonces, con independencia de marcas, tiendas o países, el aceite, por ejemplo, sólo se puede comercializar al por menor en envases de ocho tamaños (entre un cuarto de litro y 10 litros). Y seis en el caso de la leche (entre 0,2 y 2 litros) o el vinagre (entre 0,25 y 2 litros).

Bruselas propuso ayer acabar con toda esta legislación. En su día, la normativa se creó para proteger al consumidor, facilitándole la comparación de precios entre envases y paquetes de igual capacidad aunque fueran de diferentes marcas. Y también para ayudar a los fabricantes a distribuir sus productos en el mercado europeo.

Un proyecto de directiva presentado ayer ofrece al fabricante y al distribuidor libertad casi absoluta para decidir qué tamaño, peso o capacidad encaja mejor con sus necesidades. Sólo seguirá regulado temporalmente el formato de comercialización de los vinos y licores, así como el café soluble y el azúcar. Y, por razones medioambientales, también el de los aerosoles.

El resto de productos podrá llegar al consumidor, una vez que los 25 países de la UE y el Parlamento Europeo aprueben el proyecto legislativo, en cantidades y tamaños mucho más variados que hasta ahora.

La regulación actual impide, según los fabricantes, realizar promociones con un porcentaje añadido de capacidad gratuito (normalmente el 10%). En detergentes, por ejemplo, se obliga a pasar de un paquete de 375 gramos a otro del doble, salto promocional que ninguna marca parece dispuesta a dar. Los fabricantes consultados por la Comisión lamentan además la imposibilidad de comercializar algunos productos en formatos de 250 o 500 gramos, muy fáciles de aceptar por el consumidor.

La liberalización de envases y paquetes, sin embargo, puede exponer a los productores, sobre todo a las pequeñas y medianas empresas, a onerosas exigencias de las multinacionales de distribución. La Comisión reconoce que los costes de adaptación a las nuevas modalidades 'pueden ser bastante grandes para los fabricantes'.

El sector de bebidas alcohólicas, por si acaso, ha rechazado unánimemente la liberalización, porque se perderían los ahorros generados por la producción a gran escala. Bruselas acepta de momento ese argumento pero advierte que en 20 años, cuando las inversiones recientes en embotelladoras se hayan amortizado, deberá liberalizarse el envasado.

La iniciativa también afectará a los consumidores. El 38% demanda mayor variedad de tamaños, y las opiniones difieren en función de los hábitos de consumo.

Asociaciones de invidentes han reclamado a la Comisión Europea el mantenimiento de los tamaños fijos 'porque proporciona información muy relevante a unos consumidores que no pueden leer las etiquetas'. Los diabéticos, en cambio, cuya dosis de insulina está en parte en función de la cantidad consumida de hidratos de carbono, podrían salir beneficiados. Leche, arroz, cereales o pasta quizá estén pronto a su alcance en paquetes más ajustados a su dieta.

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