Industrias en crisis
El mes pasado, varios centenares de personas incendiaron una nave industrial en la localidad de Elche al grito de 'chinos fuera'. La nave estaba llena de calzado. Y la convocatoria para esta protesta invitaba a 'volcar y quemar contenedores de zapato asiático'. Este lamentable incidente ha hecho que salten las alarmas sobre el peligro de brotes xenófobos en España y, de paso, ha puesto el foco en la crisis que azota a la industria del calzado, que ve cómo pierde competitividad de manera acelerada en el mercado global. En juego están decenas de miles de puestos de trabajo. Y nadie parece tener la receta mágica que pueda garantizarlos.
Los fabricantes chinos hacen hoy lo mismo que hacían los españoles 30 años atrás: ganar cuota de mercado a base de la producción masiva a bajo coste. Sólo las trabas comerciales, mantenidas artificialmente para defender a los productores europeos, han frenado por ahora el dominio casi absoluto del calzado chino. Y lo mismo sucede en el sector del textil, que espera con enorme inquietud la supresión de las cuotas de importación el próximo 1 de enero.
La criba está siendo tan dura que, en el caso del textil, la Unión Europea ha decidido crear un fondo con ayudas para las regiones más afectadas. Con lo cual la confección entra de lleno en el bloque de industrias protegidas (léase: en peligro de extinción).
En el textil y el calzado, como en todos los demás sectores productivos, la única manera de sobrevivir es apostar por el valor añadido frente a una fabricación barata que a menudo se cimenta en la economía sumergida y la sobreexplotación laboral. Un modelo utilizado ahora por los chinos, pero que no difiere demasiado del aplicado con éxito por muchos empresarios españoles durante décadas.
Diseño propio, imagen de marca, calidad y deslocalización de parte de la producción. æpermil;sa es, probablemente, la única receta que ofrece alguna garantía de futuro.