La esencia de los albariños centenarios
Durante años, los de Terras Gauda recorrieron las zonas vitivinícolas donde se cultivaba albariño. La bodega pontevedresa de la DO. Rías Baixas empezó en 1990 a recuperar esta variedad. Buscaban parras muy viejas de las que se pudiese asegurar que eran albariños puros.
Obtuvieron 115 árboles, algunos de varios cientos de años. Todos ellos se han certificado como auténticos albariños mediante estudios de ADN. De cada uno realizaron cinco injertos en sus tierras, en total 160 hectáreas, creando otros tantos clones de la parra original. De ellos, sólo 24 han pasado la selección.
La mayoría se ha desechado por enfermedades. En Galicia los hongos y sus enfermedades hacen estragos en los viñedos. Pero también se han valorado factores como el punto de maduración para adelantar la vendimia, algo imprescindible en la región ya que en septiembre llueve frecuentemente afectando negativamente la cosecha.
Ahora, de la mano de los investigadores del CSIC, empieza la segunda parte. De los clones supervivientes se hace vino a escala reducida, uno por cada clon. æpermil;ste es el segundo año que se elabora y se esperará a un tercero antes de tomar decisiones.
Quieren conocer la calidad de los mostos de cada clon. Valoran su nivel de acidez (uno llegó el año pasado a los 13,9 frente al que menos, 12,5), su singularidad, el peso de los racimos, en rendimiento (litros de mosto obtenidos en la prensa). Otro parámetro investigado es el aroma de cada uno de los clones. Aquí también se aprecian diferencias notables en los 24 clones, desde recuerdos cítricos hasta los más florales.
Al final, Terras Gauda se quedará con cuatro o cinco clones que se adapte perfectamente a las características de sus actuales vinos. Cuando estén elegidos, de cada clon calculan que podrán obtener un millar de brotes que injertados aporten otras tantas nuevas cepas adaptadas a las necesidades de la bodega. Con ellas se plantarán nuevas hectáreas adaptando cada clon a las características del terrero elegido.