Cambio de ciclo en la CNMV
La sustitución de Blas Calzada por Manuel Conthe al frente de la CNMV no es sólo un cambio de silla. Pese al perfil técnico y no rupturista del presidente entrante, el final del mandato de Calzada supone el cierre de un ciclo en el que la CNMV tuvo prioridades más urgentes que las propias de su función supervisora.
Calzada ha sido presidente, pero antes bombero. Llegó de forma repentina a un organismo que ocupaba la primera página de la crónica política y sufría conflictos internos serios. Calzada debía reconducir la CNMV hacia lo que es, un regulador de mercado. Pero, obviamente, tampoco podía -por prudencia y por razones políticas obvias- tirar el edificio abajo para volver a construirlo. Su carácter tranquilo y llano, y el hecho de ser un perro viejo de la Bolsa le han ayudado en una tarea que ha cumplido con éxito. La normalización de la CNMV ha venido acompañada del impresionante esfuerzo normativo llevado a cabo por la Comisión y el Tesoro, con la Ley Financiera, las medidas sobre buen gobierno, 40 directivas sobre mercado de valores y su correspondiente transposición. En el debe de Calzada se puede anotar, no obstante, la falta de beligerancia a favor del pequeño inversor en distintos momentos de su mandato y su a veces excesiva locuacidad.
Calzada ha salvado, probablemente, el mandato más difícil de la CNMV y ha sentado las bases para Manuel Conthe. Partirá éste de una situación muy distinta, por lo que se le ha de exigir algo más que la mera continuidad de la labor de su predecesor. Ha de ayudar a completar los desarrollos legislativos pendientes, sí, pero también es necesario definir la CNMV del futuro: sus relaciones con el Banco de España, su papel en la defensa del pequeño accionista y en la persecución del fraude financiero, el modelo de supervisión a utilizar, las competencias necesarias para ello y, además, borrar cualquier sombra de dependencia política. Una dura labor para la que Conthe tiene, además de la capacidad, el tiempo y la tranquilidad necesarios.