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Tribuna
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Las cuentas, en el Parlamento

Primeros presupuestos del Gobierno zapatero:

El secretario adjunto del Grupo Parlamentario Socialista y el portavoz del PP en la Comisión de Economía del Congreso debaten sobre el proyecto de Ley de Presupuestos Generales para 2005, que ayer presentó el Gobierno ante las Cortes para su debate y aprobación

El arco parlamentario se vio modificado, de manera significativa, por los resultados de las pasadas elecciones. Desde el punto de vista ideológico se produjo un deslizamiento hacia la izquierda que está teniendo reflejo en los contenidos de la política. En la primera votación se produjo la investidura del líder del PSOE, quien -desde su posición inicial de minoría mayoritaria- logró aglutinar en el Congreso los apoyos que necesitaba para formar el Gobierno. Detrás de este hecho existen otros que no siempre se destacan y a los que quiero referirme.

En las cuentas públicas para 2005 destaca el impulso de las políticas que favorecen la capitalización de la economía española

Lo que ha venido ocurriendo este año no es sino la exteriorización del aislamiento del partido de la derecha. A esta situación se ha llegado por diversas vías. Sus formas de hacer política, radicales, jactanciosas e inmoderadas, produjeron el repudio de forma tan intensa, que el señor Aznar dejó a su izquierda amplísimas capas de ciudadanos. Los contenidos de la acción de Gobierno contribuyeron a identificar a los verdaderos beneficiarios de su política. De ello pronto se percataron muchos españoles, quienes vieron que las decisiones del Gobierno estaban dirigidas a la defensa de los intereses de una poderosa minoría. Asentados en el poder, los conservadores olvidaron lo que Maquiavelo nos enseñó 'no se puede con decoro, y sin agraciar a los otros, contentar los deseos de los grandes'. Quizás por ello, sin pudor, organizaron el reparto de privilegios, avanzando hacia una sociedad con mayor desigualdad social.

No han sido objeto de la pertinente reflexión las consecuencias de que la derecha se dejara encandilar por unos dirigentes políticos que, ante cualquier problema, siempre apostaban por la solución más extrema. Que esta actitud haya sido plácidamente aceptada por los propios conservadores no deja de sorprenderme. Deberían ser ellos los primeros en pensar en las dificultades que tienen para articular alrededor del PP, una opción política viable. Hoy no hace falta ser adivino para percatarse de que la estabilidad política en España pasa por el PSOE.

Un tercer elemento se da en las actuales Cortes: la fragmentación de la representación. Los alrededor de cuarenta diputados que se eligen, en toda España, fuera de las listas del Partido Socialista y del Partido Popular, se distribuyen entre diez formaciones políticas. Es a través de un acuerdo con algunas como pueden conseguirse los 12 votos necesarios para la mayoría.

En el contexto descrito ha de llevarse a cabo aquella parte de los compromisos electorales que exigen de la acción legislativa. Ahora bien, dentro de la misma, hay cierta jerarquía normativa, por lo que en cualquier democracia parlamentaria la aprobación de los Presupuestos es uno de los hitos que muestran las prioridades de un Gobierno y la aceptación que los mismos encuentran en el Parlamento.

El apoyo que la Ley de Presupuestos reciba indica la fortaleza del anclaje parlamentario del Gobierno. Para la aprobación en las Cámaras, hemos partido de una doble consideración. La primera quiere responder a la condición necesaria, el tatami de los Presupuestos ha de ser adecuado para las exigencias que a lo común y a lo público se le plantean. Ha de ser sólido.

Los Presupuestos que el Gobierno ha remitido para 2005 lo son. En ellos, destacaría al menos cuatro rasgos: transparencia, estabilidad, preocupación por los compatriotas con mayores dificultades e impulso de las políticas que favorecen la capitalización de la de la economía española.

La búsqueda de la transparencia se ha dejado sentir en una decisión valiente; se remiten a las Cortes sin Ley de Acompañamiento, sin la ley de los lobbies, devolviéndoles buena parte de la centralidad política que con saña el Gobierno de Aznar le arrebató.

La estabilidad fue defendida por el PP como si de un artículo de fe se tratara, atribuyéndole virtudes totémicas. Dejando a un lado el fetichismo, bueno es saber que las proclamas no se registraron en la realidad; que no eran más que la alucinación de Aznar, Rato y Montoro, ya que hoy se sabe que se gastó más de lo que se ingresó. Hay que esforzarse en volver a acercarse al equilibrio presupuestario.

Para un partido como el PSOE, conseguir la mayor cohesión social es un objetivo de primera entidad. Forma parte de los planteamientos que sirven para dotar de funcionalidad a su presencia política. A ello nos hemos comprometido y es lo que esperan de nosotros los ciudadanos. Por ello, si en algo se singularizan estos Presupuestos es en el avance en el gasto social. Los gastos en vivienda, becas o pensiones así lo demuestran.

La sociedad española necesita aumentar la eficacia de su sistema productivo, de manera que continúe garantizándose lo que los economistas, en otro tiempo, identificaban con el papel a desempeñar en la división internacional del trabajo. La I-D+i como exponente de las más modernas infraestructuras tecnológicas ha de fomentarse al igual que las físicas, cuya insuficiencia ha producido cuellos de botella para el crecimiento.

Hacia el escenario económico se han desplegado las actuaciones señaladas. No han sido las únicas. Dedicamos amplio esfuerzo a superar las dificultades políticas que pudieran presentarse. Múltiples reuniones públicas se han venido celebrando entre los socialistas, grupos parlamentarios de otra ideología y el Gobierno, con la exclusiva finalidad de facilitar la tramitación de los Presupuestos 2005.

Anticipar el resultado final de ese diálogo es prematuro. Ignorar las dificultades no es realista. Tampoco lo es situarse al margen de objetivos y de las cuentas que venimos presentando, puesto que son de las pocas posibles. Por eso confiamos en el éxito de las mismas en su paso por el Parlamento.

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