La Bolsa se queda sin bolsistas
Con el precio del petróleo a 46 dólares las Bolsas internacionales están pagando un peaje sorprendentemente modesto. No quiere ello decir que el mercado esté sobrevalorado. Pero huele a chamusquina que el mismo mercado que a inicios de año hipersensibilizado ante cualquier variación del escenario económico o empresarial muestre, de un tiempo a esta parte, una solidez y un empaque que para sí quisieran los buenos jugadores de póquer.
El dinero tiende a moverse en manada Cuando se inicia un movimiento en el mercado los operadores están obligados a seguir ese movimiento aunque no quieran, pues no vender cuando todo el mundo vende, por ejemplo, sólo conduce a las pérdidas. Por eso la Bolsa suele sobrerreaccionar a los acontecimientos, porque los gestores se mueven más por lo que hacen otros gestores que por lo que ellos piensan.
Hoy por hoy ocurre la situación contraria. La Bolsa se mueve con pesadez ante las últimas noticias, la mayor parte de ellas malas, que se producen en el plano económico. Eso es porque los fundamentos de la economía son positivos a medio plazo. Sí pero, ¿desde cuándo a la Bolsa le importa el medio plazo? Normalmente, primero se dispara y después se pregunta.
Pero es necesario, para que la Bolsa baje, que haya personas deshaciendo sus posiciones. Así, si Telefónica cotiza a 15 euros, es imposible que baje, por muy malas noticias que lleguen, si los inversores no están dispuestos a vender por debajo de ese precio. Es, a grandes rasgos, lo que ocurre en el mercado hoy en día. El inversor final, o mejor dicho los pocos inversores finales que entraron en el mercado entre marzo de 2003 y enero de 2004 -lo que duró el rebote-, o ya vendieron en alguno de los sustos que nos ha dado este ejercicio, o bien han apostado a un plazo más largo. En igual impasse viven los gestores de fondos de corte tradicional.
Con el mercado en manos de gestores profesionales muy cortoplacistas, la Bolsa se desvirtúa. Los poco más de 1.000 millones de euros negociados ayer son la mejor prueba de ello. Así, aunque las perspectiva empeoren, la Bolsa no lo recoge. Mala papeleta tienen ahora los bolsistas de toda la vida.