Oportunidad para hacer transparente la nómina
El compromiso del Gobierno en la transparencia fiscal hace abrigar al autor esperanzas de conseguir que la nómina incluya todos los conceptos por los que el empleador paga por cada empleado, incluida la cuota a la Seguridad Social que abona la empresa, lo que mejoraría el clima de entendimiento laboral
Se atribuye a Colbert la definición de fiscalidad como el arte de conseguir desplumar al ganso sin que grazne demasiado. En ese arte se incluyen los procedimientos que hacen más fácil la recaudación y menos perceptible la exacción. Así se busca gravar a quienes están de paso con los antiguos portazgos y pontazgos, las alcabalas, los fielatos, impuestos a la importación y las tasas por uso de puertos y aeropuertos. Los productos con demanda rígida, como la sal, las cerillas, el azúcar, tabaco, achicoria (en su momento) y alcoholes son víctimas (perdón, potencial taxable items). O sea que, por un lado, se trata de conseguir un desplume indoloro, incluyendo el impuesto en el precio o bien que haya una retención en la fuente de renta, pero por otra parte, se requiere evitar que se conozca por otras vías el pago realizado, para lo que conviene mantener al contribuyente en la ignorancia de la carga soportada, aunque sea imprescindible que sepa lo que le queda por pagar en el momento de su declaración.
El compromiso explícito y enfático del actual Gobierno en la transparencia fiscal permite abrigar esperanzas de conseguir que la hoja de salarios incluya todos los conceptos por los que la empresa o empleador paga por cada empleado. La diferencia entre el coste satisfecho y lo percibido efectivamente se conoce como 'brecha fiscal'. En la hoja de salarios aparece en primer lugar el concepto devengos totales, que incluye las percepciones salariales y las no salariales. En las primeras entran el salario base, complementos salariales, horas extraordinarias, gratificaciones extraordinarias y salario en especie. En las segundas, las indemnizaciones o suplidos, prestaciones e indemnizaciones de la SS, indemnizaciones por traslados, suspensiones y despido y otras percepciones no salariales. A los devengos totales se le restan las deducciones a la Seguridad Social (con seis desgloses), la retención por IRPF y otras tres deducciones cuando procede. Además explica la determinación de las bases de cotización a la SS y los conceptos de recaudación conjunta y de la base sujeta a retención de IRPF. Sin embargo se omite la cuota a la SS 'pagada por la empresa' que podría aparecer sin crear problema alguno. En el cómputo de su relación global con el fisco el contribuyente debe añadir los pagos por impuestos especiales, IVA y tasas, amén de los autonómicos y municipales, pero esto está al margen de la relación con la empresa.
El sentido principal de la omisión de la cuota empresarial a la SS es el de reducir la información disponible, pues todo lo paga la empresa y todos los conceptos sumados constituyen el coste bruto necesario para mantener empleada a la persona a que se refiere. Ese coste bruto es el que se considera a la hora de decidir acerca de una posible contratación. El trabajador desconoce el coste comentado, para él sólo consta el salario bruto. Esta asimetría informativa produce una discrepancia continua en la relación entre el coste y la prestación, pues para la empresa el cociente es mayor que para la persona empleada, lo que afecta a la percepción de las aportaciones respectivas. El primer efecto de contar con una información igual y completa sería la mejora del clima de entendimiento laboral, pero esa es sólo una de las implicaciones.
Dar una información completa del coste laboral real tiene un coste ínfimo, por no decir nulo. Basta añadir dos líneas a la hoja de salarios, que suele ir informatizada. Para la persona que trabaja hay mejor conocimiento de la parte de su esfuerzo con la que contribuye a contingencias comunes y probablemente más reconocimiento de quien le paga por su esfuerzo y de la Administración que le aporta algo que desconocía o de lo que tenía una visión imprecisa. Estas ventajas son las que han llevado a proponer reiteradamente la modificación sugerida aquí, si bien con un éxito nulo, aunque hay empresas que, además de la información del impreso oficial, aportan la información omitida, pero no siendo obligatorio, la inmensa mayoría se atiene al formulario.
El detalle de conceptos mencionados en el segundo párrafo indica que lo que falta no es imputable a la voluntad simplificadora del regulador, sino que más bien parece expresar el temor a la reacción del contribuyente informado que al saber lo que paga puede verse tentado a exigir mayor cuantía y calidad en los bienes y servicios públicos, mejor trato en sus relaciones con las Administraciones públicas, de lo que puede pasar a reforzar su espíritu crítico frente a programas y actuaciones políticas. Esa eventualidad suele llevar a que los discípulos de Colbert prefieran evitar riesgos y resistan a la tentación de informar. Por eso la esperanza de que cambie el formulario es pequeña, pero a veces hay una serpiente tentadora que informa o un Prometeo que ilustra a los mortales, y por eso vale la pena insistir.