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Columna
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Déficit tecnológico, ¿déficit presupuestario?

De sobra es conocido que la capacidad tecnológica, la investigación aplicada y la innovación en productos y sistemas son la única base posible para nuestra competitividad, ya que nuestros recursos naturales son escasos y nuestros salarios, superiores a los de amplias zonas del planeta.

Al igual que durante el desarrollismo las remesas de nuestros emigrantes y la llegada del turismo impulsó nuestra economía, durante los últimos años nos hemos beneficiado de la entrada en Europa, de un tipo de cambio favorable, de unos importantes fondos estructurales y de un, hasta ahora, inagotable turismo, todo ello complementado con una inusitada actividad constructora. Pero todas esas fuentes de actividad y riqueza se han estabilizado, o corren riesgos de languidecer, mientras que nuestros costes laborales y la presión fiscal que soportamos se han incrementado y nuestra productividad se ha reducido seriamente frente a nuestros vecinos europeos y competidores internacionales. Todos los análisis responsabilizan de ese retroceso a la brecha tecnológica que estamos sufriendo frente a los países que incorporan tecnología e innovación de forma más acelerada y eficaz.

Merece la pena leer el informe 2004 de la Fundación Cotec para la innovación tecnológica. Uno de los párrafos de su presentación es suficientemente explícito. La reproduzco literalmente: 'Esta nueva etapa del Plan Nacional de I+D llega en un momento en que la percepción de las tradicionales debilidades del sistema nacional de innovación es muy intensa, porque nuestra capacidad competitiva precisa más que nunca de la ciencia y la tecnología, no sólo por la permanente globalización de la economía, sino también, y muy especialmente, por la ampliación de la UE, que ha sido desde hace unos años nuestro mercado natural. Un mercado en el que competirán nuevos países que en muchos casos tienen una historia tecnológica superior a la nuestra y que, a su vez, están haciendo mayores esfuerzos en relación con su nivel de desarrollo que España'. ¿Una advertencia de los expertos? En todo caso una constatación de nuestra dura realidad: nos estamos quedando atrás en innovación tecnológica.

Dado lo perentorio de la vigorización de las políticas de I+D, si vamos a incurrir en déficit, que sea por inversión tecnológica

En efecto, y utilizando como ejemplo las cifras de 2001, mientras el gasto en I+D ascendía en EE UU a 964,6 dólares por habitante y en Japón 816, la UE tan sólo invertía 493. Nuestros escuálidos 204 dólares por habitante palidecen ante las cuantías anteriores. Si utilizamos el esfuerzo en I+D, los ratios nos salen igualmente desfavorables. Mientras que la media de la OCDE es del 2,29% de su PIB y en la UE del 1,93%, en nuestro país tan sólo asciende al 0,96%. No merece la pena que añadamos más indicadores. Todos nos indican lo mismo, que durante muchos años hemos invertido poco en I+D. Es normal, pues, que nos hayamos ido alejando en nuestras capacidades tecnológicas del mundo que nos rodea.

En el Consejo Europeo de Lisboa 2000 nuestros máximos dirigentes tomaron la acertada decisión de concentrar esfuerzos y prioridades para que Europa consiguiese situarse en cabeza en la nueva sociedad del conocimiento. Para ello no sólo era necesario políticas de I+D, sino de infraestructuras tecnológicas y de formación. Pues bien, según los datos que maneja el informe Cotec, mientras EE UU invertía un 7% de su PIB en este proceso de acumulación de intangibles, la UE sólo lo hacía en un 4% y España un 2,5%. Ni Europa ni, mucho menos, España, hemos estado cumpliendo lo previsto en la ambiciosa Cumbre de Lisboa.

Entramos en el nuevo Plan Nacional de I+D (2004-2007), que debe acercarnos a nuestro objetivo de alcanzar un 3% de nuestro PIB dedicado a estas materias, frente al 1% actual. Para ello también será imprescindible un gran esfuerzo por parte del sector empresarial, no podemos dejarlo todo en manos exclusivas del gasto público.

El nuevo Gobierno tiene ante sí un gran riesgo, pero una buena oportunidad. Ni la construcción ni el turismo serán estos próximos años lo que fueron. Para que nuestra economía siga tirando, resultará imprescindible mejorar nuestra productividad, y eso sólo lo conseguiremos con tecnología y formación. No soy partidario de déficit públicos; la política de estabilidad presupuestaria ha hecho mucho bien a nuestro país. Ahora bien, dado lo perentorio de la vigorización de las políticas de I+D en su conjunto, si vamos a incurrir en un ligero déficit, que sea por inversión tecnológica, y no por gasto corriente.

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