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Tribuna
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'No comparto la idea de privatizar una cadena'

La directora general de RTVE se incorpora al Debate Abierto en Cinco Días sobre el futuro de la televisión pública. En su opinión, el cometido de RTVE quedaría notablemente disminuido si se privatizase una de sus cadenas, y se ha dejado pasar demasiado tiempo sin solucionar los desequilibrios financieros del grupo

La creación del Comité para la Reforma de los Medios de Comunicación de titularidad del Estado, más conocido como 'comité de sabios', con el mandato del presidente del Gobierno de elaborar las bases de lo que habrá de ser la radiotelevisión pública es el preámbulo de un cambio cualitativo que tendrá profundas consecuencias en nuestra realidad audiovisual.

El objetivo es convertir RTVE en un medio de comunicación realmente autónomo, que atienda a la pluralidad de una realidad tan compleja como la española, que funcione con criterios de profesionalidad y que cumpla de manera efectiva la función de servicio público que la sociedad le ha encomendado. Un objetivo que, a su vez, conlleva el diseño de un modelo de financiación que, en el marco de las directivas de la Unión Europea, garantice su estabilidad económica y que suponga, para las cuentas del Estado, un coste razonable y asumible.

No creo en una televisión pública sin público, aunque soy de la opinión de que no debemos obsesionarnos con la audiencia

Ese doble objetivo ha encontrado, en estos meses, no pocos críticos. Desde quienes lo consideran imposible por entender que nunca los partidos de Gobierno renunciarán a influir en la radiotelevisión pública, hasta quienes sólo lo ven viable sobre la base de la privatización parcial del actual Ente Público, pasando por los convencidos tanto de la necesidad como de la viabilidad del proyecto.

Yo me encuentro, sin duda, entre estos últimos. Por una razón elemental: porque creo que es la forma más coherente de garantizar el derecho a la información y a la comunicación previstos en el artículo 20 de la Constitución y porque estoy convencida del papel de primer orden que en las sociedades modernas ha de jugar el Servicio Público de Comunicación. Es más, creo que el futuro de nuestros niños y de nuestros jóvenes no sólo se construye en las aulas de colegios, institutos y Universidades. Se construye, y de una manera muy importante, a veces decisiva, también ante la pantalla del televisor.

Creo que la contribución de RTVE al proyecto de futuro que se apunta no puede ser otra, en la fase de transición en que se encuentra, que la de ejercer la función de anticipo, que la de poner a prueba todas sus posibilidades y capacidades de autonomía, de independencia, de calidad, de profesionalidad, haciendo de ellas la plasmación concreta de lo que puede ser la radiotelevisión del futuro. Estos principios, que ya se evidencian en todos los programas informativos de TVE y de Radio Nacional (están, además, en fase de constitución los Consejos de Redacción y de elaboración el Estatuto de Informativos) y que comienzan a plasmarse en el resto de la parrilla, serán plenamente visibles a partir de 2005.

Esa es la mejor contribución que al proceso iniciado por el Gobierno puede hacer hoy RTVE: avanzar en los hechos aplicando los principios éticos y de programación de servicio público en los que todos los ciudadanos y todos los miembros del Comité de Expertos están de acuerdo.

No creo en una televisión pública sin público. Y aunque soy de la opinión de que no debemos obsesionarnos con la audiencia, creo, a la vez, que es posible compatibilizar calidad y vocación de liderazgo. El reto de los expertos, de un lado, y de los representantes políticos, de otro, es concretar primero teórica y técnicamente y, después, jurídicamente, el nuevo modelo. No comparto -coincido en ello con los profesionales de RTVE- la idea de privatizar una de las cadenas, la que tiene más potencialidad comercial (La Primera), y mantener con financiación pública la más minoritaria y con mayor componente cultural en la programación (La 2). Es más, creo que la función de servicio público encomendada a RTVE quedaría notablemente disminuida. Es evidente que el gran problema de partida a este respecto es el altísimo nivel de la deuda acumulada/heredada y el hecho de que haya transcurrido demasiado tiempo sin que se adoptaran soluciones de largo alcance ante sus desequilibrios financieros. Pero creo que, una vez solventada la deuda, la definición de un modelo de financiación sostenible sería un objetivo complejo, no fácil es verdad, pero alcanzable . Los expertos y el Gobierno y el Parlamento dirán.

Pero la radiotelevisión pública en España tiene, además, desafíos de futuro que ha de liderar. Tanto en el aspecto tecnológico como en el de la producción de contenidos. La perspectiva de la Televisión Digital Terrestre con el previsto apagón analógico de 2012, la necesidad de promover una televisión interactiva en la que se combine entretenimiento, formación y servicio a la sociedad, son objetivos que sólo pueden conseguirse con un Servicio Público de Comunicación técnicamente poderoso, económicamente sostenible y sustentado en principios de pluralidad, calidad y profesionalidad. Un servicio de comunicación que, como es norma (y tradición profundamente arraigada) en la Unión Europea, ha de perseguir la atención e las necesidades sociales, democráticas y culturales de una ciudadanía cada vez más crítica y exigente.

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