El decálogo de Rojas Marcos para reducir el estrés
No creo que exagere al afirmar que, cuando un ser querido sale de viaje, no podemos evitar preguntarnos si regresará sano y salvo'. El psiquiatra Luis Rojas Marcos (Sevilla, 1943) trata de simbolizar con este ejemplo la sensación generalizada de incertidumbre y de vulnerabilidad que afecta a nuestra vida cotidiana en los últimos años.
Rojas, que era director de la red de hospitales públicos de Nueva York el 11 septiembre de 2001, analiza en el libro Nuestra incierta vida normal (Aguilar) qué se puede hacer para reducir la ansiedad y el estrés, que los atentados del 11-S en Nueva York y del 11-M en Madrid han contribuido a acrecentar.
'Hace un siglo la vida era incierta', explica Rojas, 'la muerte invadía los hogares con mucha más frecuencia de lo que lo hacen hoy en día la depresión, el cáncer, el desempleo y el divorcio juntos'. ¿Qué ha ocurrido entonces? Que las personas antes lo aceptaban todo con más naturalidad, porque era parte de la vida. En las últimas décadas, 'tenemos grandes expectativas y no podemos soportar que se vean truncadas por un accidente o una enfermedad', explica Rojas.
El psiquiatra propone una lista de diez antídotos para mantener la paz interior. Uno de los puntos de ese decálogo es 'diversificar', entendido como 'compartimentar las parcelas de las que extraemos momentos agradables'. Una persona no debería centrar su vida únicamente en la pareja o en el trabajo, 'hay que procurar no depender de una sola fuente para abastecer nuestra satisfacción con la vida'.
Otros consejos son bastante simples. Primero: moverse (basta con tener más actividad física de lo habitual durante media hora tres veces por semana). Segundo: reírse, 'descubrir la comicidad de situaciones estresantes sirve para liberar tensión y descargar ansiedad'. Tercero: hablar, expresar lo que nos agobia. Es preferible hablarle a otro ser humano, pero Rojas asegura que basta con dirigirse al perro o a una planta para sentirse mucho mejor. Si no tiene animales ni plantas, también sirve hacerlo en voz alta y, a poder ser, frente a un espejo. No se asuste, se lo recomienda un psiquiatra.