_
_
_
_
Bernardo Atxaga

'Por grandes ideales se producen catástrofes'

'El hijo del acordeonista' es una novela sobre un mundo antiguo que agoniza. Atxaga se despide con ella del universo de Obaba

El hijo del acordeonista es la obra más personal de Bernardo Atxaga (Asteasu, Guipúzcoa, 1951), seudónimo de Joseba Irazu. La novela fue publicada en euskera a principios de este año (Premio Nacional de la Crítica y Premio Euskadi de Plata) y ahora Alfaguara publica la traducción que ha realizado Atxaga y su mujer, Asun Garitano.

Con El hijo del acordeonista, el autor se despide del universo literario de Obaba presente en buena parte de su obra. A partir de ahora, ve una mayor presencia del humor en su literatura. Acogida extraordinariamente por la crítica, el autor no rehuye los aspectos más conflictivos del País Vasco y cree que la novela ayudará a la concordia en su tierra.

Pregunta. Muchos escritores han recurrido a territorios imaginarios. ¿Cómo surgió la idea de recrear Obaba?

respuesta. La idea proviene de una reflexión de Baudelaire, cuando pasea por la costa y dice que basta una milla de mar para hacernos una idea del infinito. Para narrar la ficción, se necesita como mínimo esa milla de mar. Cuando alguien como yo quiere escribir sobre un mundo antiguo, un mundo que desapareció, necesita darle un nombre. Obaba es al mismo tiempo escenario, un lugar que hay en la memoria y una atmósfera ideológica.

P. Nos presentó ese universo en Obabakoak. ¿El hijo del acordeonista tiene continuidad?

r. Obabakoak, que es el libro que toma Montxo Armendáriz para hacer la película, cuenta la historia de unos personajes que salieron de Obaba. Lo que hago en la última novela es recoger todo ese mundo, esos personajes y colocarlos en ella. El libro describe un mundo antiguo que podemos visualizar viendo serrerías, bosques. Cuando ese mundo acaba, no sólo se transforma el lugar, también las personas, que muchas veces salen disparadas de allí. Personas pacíficas pueden dejar de serlo. La bondad y la maldad está en las acciones. Muchas veces en nombre de grandes ideales se producen las grandes catástrofes.

P. Y ahora la veta de Obaba se acaba.

r. La vida te va empujando hacia nuevos asuntos, nuevas personas, nuevas experiencias, nueva conciencia también. Cuando hablo de Obaba siempre me fijo en mi niñez y en mi juventud. Por eso en el libro hablo de la escuela o del grupo favorito de mi juventud. Ahora lo que me pasa tiene que ver con otras cosas.

P. ¿Cómo ve su vida de escritor a partir de ahora?

r. Gómez de la Serna decía que humor sí, pero humorismo no. Tengo una idea de hacer literatura de humor. De joven escribía cuentos de humor con los que mis amigos de facultad se reían mucho.

P. ¿Humor porque le sale o porque lo necesita después de muchos años enfrascado en la escritura de El hijo del acordeonista?

r. Porque cada vez me resulta más grata la figura de aquellas personas que saben flotar por encima de la vida diaria, de sus roces, tristezas y odios. Son más felices y hacen más felices a los demás.

P. La novela habla del legado de las palabras. El protagonista escribe sus memorias para que su hija reciba de él algo más que el rancho.

r. Creo que es uno de los actos más elementales del ser humano: dejar la marca. He escrito un texto para una lectura que voy a dar fuera de España que llamo Marcas en la piedra. Todo viene de una roca expuesta en un pequeño museo de Milán, en la que aparecen marcas de más de 7.000 años. ¿Cuál es el mensaje? Pasamos por aquí.

P. En el libro aborda de temas conflictivos de los últimos años del País Vasco.

r. Como ciudadano vasco creo que entramos en un tiempo de concordia. En los últimos diez años se han perdido las maneras. Creo que el libro ayudará a la concordia en el País Vasco.

P. ¿Ve el fin de la violencia?

r. La violencia ya ha terminado. La inercia de los 30 años anteriores hará que no pueda pararse en seco, pero acabará por hacerlo, porque toda la sociedad vasca está desesperadamente en contra de la violencia. La clase política se lo tiene que plantear como objetivo. No empujar la bola, se caerá sola, ya se ha caído.

Nostalgia, amor y amistad

El hijo del acordeonista empieza en septiembre de 1957, en el primer día de curso en la escuela de Obaba, y termina en septiembre de 1999, en el cementerio del rancho Stoneham, en Three Rivers, California.Bernardo Atxaga se adentra con nostalgia a través de David en un mundo que agoniza. Un niño que lo desconoce todo de la Guerra Civil y que un día descubre que en Obaba fusilaron a gente y que su padre puede ser un asesino. Ya joven, atravesará infiernos y será expulsado del paraíso, pero encontrará un nuevo edén en California. 'Nunca estuvo más cerca del paraíso que cuando vivió en este rancho, hasta el extremo de que le costaba creer que en el cielo pudiera estarse mejor'.El amor será su redención, el encarnado en Mary Ann, que le devuelve la alegría de vivir. A su muerte, deja tres ejemplares en euskera del libro con sus memorias (uno para sus hijas, otro para la biblioteca de Obaba y otro para los amigos americanos que lo publicaron). Joseba, su amigo de la infancia, lo reescribe y difunde con el título propuesto por David, El hijo del acordeonista.

Archivado En

_
_