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Columna
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Arriba el telón

Suenan los timbres en el ambigú, los espectadores interrumpen sus charlas y se dirigen a ocupar sus localidades porque empieza la función. Arriba el telón, es la consigna para los tramoyistas y los actores salen a escena. El desorden agosteño da paso a la sucesión de los asuntos pendientes y otros sobrevenidos. Las emisoras de radio y las cadenas de televisión anuncian sus nuevas programaciones y los diarios terminan con el tinto de verano y demás sucedáneos que propinaron a sus lectores en los días de playa para volver a la cuestión. Los embajadores de España son llamados a capítulo. Los que llegan aquí preparan la presentación de credenciales y los que abandonan su puesto en Madrid, como el de Bélgica, Claude Mison, ofrecen la recepción de despedida. En la Residencia de Estudiantes se celebra por anticipado la Diada de Cataluña y a La Moncloa van llegando los líderes de las formaciones políticas de Mariano Rajoy en adelante.

El gran acontecimiento es el Congreso del Partido Popular. Mariano Rajoy tiene que convalidar la decisión de Fraga, decidido a seguir aferrado a la poltrona de Galicia hasta que le saquen con los pies por delante. A José María Aznar van a hacerle presidente de honor con plaza en el Comité Ejecutivo, o sea que de aquella retirada plena ya va quedando menos. ¿Puede imaginarse cómo cambiaría una sesión de la plana mayor del PP bajo esa presidencia honorífica? ¿Caminamos hacia una bicefalia? ¿Será invitado Aznar a Moncloa como el interlocutor decisivo de la formación pepera? A su tiempo lo iremos viendo, pero en el organigrama que pasará por el Congreso hay todavía otras incógnitas por despejar.

Se piensa en una división del trabajo, que siempre ha sido el principio del progreso. Mariano Rajoy se quedaría con las labores de oposición, del parlamento, de los medios de comunicación que ya cuentan con él como tertuliano de programas deportivos, y su número dos, Ángel Acebes, asumiría los trabajos internos que ya desempeñó en su época de coordinador general, cuando Aznar y Cascos pasaron a la presidencia y vicepresidencia del Gobierno. Se da por descontado que Acebes se apoyará en Sebastián González, a quien avalaría su ejecutoria en la Diputación de Ávila donde ha promovido un campo de golf que todos exaltan y que ha dado brillantes resultados en la provincia al PP incluso en las elecciones de marzo.

Enseguida se desencadenarán los congresos regionales del PP, en cuyas bases se percibe una bronca sorda

Una de las cuestiones pendientes es la de si habrá o no vicesecretarios generales. Mariano Rajoy mantiene la niebla gallega al respecto y crece el nerviosismo, por ejemplo, de Javier Arenas, el único de los anteriores que se encuentra descolocado, sin asiento asegurado en la dirección una vez que Jaime Mayor figura como portavoz en el Parlamento Europeo, y Rodrigo Rato ha encontrado pan y asiento a la lumbre en el Fondo Monetario Internacional.

Pero además se esperan algunos signos que confirmen la renovación, y ahí aparece Alberto Ruiz-Gallardón, aspirante a integrarse en el núcleo duro con plaza fija en los maitines. Para los barones autonómicos se habilitará un Consejo territorial ad hoc en línea con el proceder del PSOE.

Enseguida se desencadenarán los congresos regionales, en cuyas bases se percibe una bronca sorda, una especie de tormenta seca que deberá ser desactivada. Galicia, Cataluña, Valencia, Andalucía y Madrid pueden ser algunos ejemplos. En Madrid parece que a Pío García Escudero empiezan a hacerle esos reconocimientos premonitorios del relevo que algunos quieren promover. Su posición como portavoz del Grupo Parlamentario del PP en el Senado le garantiza plena continuidad en el partido y además podría reclamarle dedicaciones exclusivas. Si así fuera sólo se divisaría la candidatura de la presidenta de la Comunidad de Madrid, Esperanza Aguirre, sin contendiente alguno. Permanezcan atentos a la pantalla porque el Congreso Nacional lo abrirá el alcalde Alberto Ruiz-Gallardón con un discurso político, y el nuevo presidente con lo que haga, con lo que diga, con lo que calle y con el equipo del que se rodee dará su propia talla.

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