Bonificar el empleo fijo
En un momento en el que Gobierno, empresarios y sindicatos se aprestan a reanudar el diálogo sobre reformas para impulsar la competitividad y mejorar la estabilidad en el empleo, el Inem ha difundido un dato alentador. La conversión de contratos temporales en indefinidos empieza a recuperarse del bache sufrido en 2003 y creció en los primeros siete meses de 2004 un 10%, más del doble de lo registrado en el mismo periodo del año pasado.
En un país en el que más de cuatro millones de personas tienen un contrato temporal (prácticamente uno de cada tres asalariados), el debate sobre cómo impulsar el empleo estable es fundamental. Sobre todo si ligamos esta variable con la mejora de la productividad. Para conseguir que las plantillas se impliquen realmente en los procesos de mejora de la eficiencia, las empresas deben ser capaces de ofrecer a sus empleados garantías razonables de estabilidad en el puesto de trabajo. Sobre todo si a lo que aspiran es a que los empleados se embarquen en un proceso de formación continua que les permita aplicar cada día más y mejores herramientas de la llamada sociedad de la información.
Cuando vuelvan a sentarse a la mesa de negociación, los sindicatos insistirán en reducir el abuso de la contratación temporal y en que se intensifiquen las labores de inspección. Y la patronal reiterará que cualquier penalización al empleo temporal se traducirá en despidos. Pero hay un aspecto en el que todos deberían estar de acuerdo, y es en la eficiencia de la bonificación del empleo fijo.
Cuando el Gobierno del PP suprimió las bonificaciones a la conversión de empleo temporal en fijo en el año 2000, ésta sufrió un desplome de casi el 50%. En 2001, cuando se reimplantaron, se disparó un 85%. Datos que corroboran de manera irrebatible la eficacia de unos incentivos que no sólo deberían mantenerse, sino ser ampliados a más colectivos.