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Tribuna
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El microcrédito, una herramienta de futuro

Cuando en diciembre de 2001 se hizo público que Caja Granada creaba la Fundación para el Desarrollo Solidario con el fin de apoyar iniciativas individuales o colectivas para la creación de microempresas, a través del sistema de microcréditos y dirigido a personas con dificultades para acceder al sistema financiero tradicional por carecer, generalmente, de garantías reales o avalistas solventes, un cierto escepticismo acompañó a la noticia.

Caja Granada fue la entidad andaluza pionera en implantar un sistema de microcréditos que, si bien a través del Grameen Bank de Mohamed Yunus, había conseguido éxitos espectaculares en un país del tercer mundo como Bangladesh, era difícil saber cómo resultaría y qué sentido podría tener en una sociedad del llamado primer mundo, desarrollada y tecnológicamente avanzada. Podía dar la sensación de que las cantidades destinadas a los microcréditos lo eran a fondo perdido, caridad pura y dura para solventar necesidades materiales inmediatas de unas cuantas personas desfavorecidas por las circunstancias.

Pero las cosas no son, afortunadamente, como parecen. Las fundaciones desempeñan en la sociedad de hoy día un rol distinto al que se les ha atribuido tradicionalmente. De ser agentes asistenciales y caritativos se han erigido en instituciones que se decantan, mayoritariamente, por fomentar actividades con fines culturales y formativo-empresariales.

Por ejemplo, el Parlamento Europeo, en su resolución sobre las fundaciones en Europa (RA 304/93) ya señalaba que 'merecen apoyo especial las fundaciones que participen en la creación y desarrollo de respuestas e iniciativas, adaptadas a las necesidades sociológicas de la sociedad contemporánea.'

Es en ese marco en el que, tras más de dos años de vigencia de los microcréditos de Caja Granada, atendiendo a los resultados obtenidos, se demuestra que la economía social ha cobrado una importancia que trasciende, de largo, lo meramente anecdótico y publicitario. Así, a lo largo de 2003 se recibieron en la fundación 197 proyectos, a 55 de los cuales, una vez analizada su viabilidad, se concedió un microcrédito adaptado a sus circunstancias. A finales del 2003 ya eran 73 los proyectos empresariales que la fundación ha colaborado en sacar adelante, y que han generado 157 puestos directos de trabajo.

Las empresas financiadas están radicadas a todo lo largo y ancho de Andalucía, el 64,4% del total son de titularidad femenina y el 57,5% han sido puestas en pie por inmigrantes. æpermil;ste último dato es especialmente relevante. Hoy día, la inmensa mayoría de la población tiene acceso a una sanidad y a una educación gratuitas, de tal manera que es el colectivo inmigrante, cada vez más numeroso y culturalmente diverso, el que se encuentra hoy más desprotegido. Los servicios sociales de la Junta y las diversas ONG que trabajan en Andalucía destinan cada vez más recursos a socorrer y asistir a unas personas que, cuando se asientan en nuestra tierra, poseen poco más que la ropa que visten.

Entre otras cosas carecen, por supuesto, de cualquier bien o patrimonio con que garantizar a una entidad bancaria el reembolso de un crédito. El único aval que pueden presentar es a sí mismos. Su persona, sus ganas de trabajar, sus ideas, sus iniciativas, sus proyectos. Y todo eso es lo que la Fundación para el Desarrollo Solidario de Caja Granada tiene en consideración a la hora de conceder sus microcréditos.

No se trata de dinero dado al albur, a modo de caridad o a fondo perdido. Son financiaciones de proyectos empresariales con visos de futuro que, además de generar riqueza y puestos de trabajo, conseguirán la integración efectiva y poco traumática de decenas de inmigrantes en nuestra sociedad.

Es en este sentido en el que decíamos antes que la fundación ha colaborado en sacar adelante los proyectos de los microcredistas porque, además de analizar su viabilidad y, si parecen sólidos, concederles el crédito, desde la propia fundación se les ayuda a poner materialmente en marcha sus negocios. Se allanan las dificultades administrativas y burocráticas con que se topan, se media entre ellos y las entidades administrativas que han de conceder permisos y licencias y se llega, incluso, a contactar con los dueños de los locales a arrendar para pedirles colaboración y hasta para, como institución, avalar al microcredista.

La mayoría de los negocios puestos en marcha gracias a los microcréditos se corresponden la hostelería, la alimentación y el comercio. Gracias a ellos, además, Andalucía ha crecido en riqueza y diversidad cultural al contar en nuestra tierra no sólo con las personas, sus experiencias y sus vivencias sino también con las gastronomías, los productos y los exóticos bienes provenientes de los cinco continentes.

Como demostración fehaciente de que los microcréditos otorgados por Caja Granada están al servicio de proyectos empresariales sólidos y solventes, un último dato: más del 95% de los créditos concedidos se encuentran al corriente de pago y prácticamente la totalidad de negocios que se iniciaron con los mismos siguen en funcionamiento, lo que es especialmente ilusionante. No en vano, lo más duro, difícil y arduo en el mundo empresarial siempre son los principios. La fundación ha venido promoviendo, para que las experiencias de unos sirvan a los demás, el conocimiento y la relación entre los microcredistas a través de jornadas de trabajo, reuniones y puesta en común de iniciativas, dificultades, problemas y, sobre todo, soluciones.

Del éxito de esta feliz iniciativa dan buena fe no sólo los logros hasta aquí enumerados, las cifras y los números expuestos, sino también que, siguiendo el camino de Caja Granada, otras varias entidades financieras radicadas en Andalucía han puesto en marcha iniciativas idénticas o semejantes a ésta. Gracias a la Fundación para el Desarrollo Solidario de Caja Granada y a los microcréditos, hay decenas de personas que en Andalucía, hoy, pueden mirar al futuro con ilusión y optimismo. Y ése es, sin lugar a dudas, el mejor logro y la satisfacción más grande que podemos tener.

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