Greenspan aún no cambia el guión
Alan Greenspan volvió a ofrecer, en su esperada comparecencia ante el Senado estadounidense ayer, la apariencia de un gestor que parece tener las piezas bien colocadas sobre el tablero. El discurso era calcado del de la reunión de finales de junio, algo que no debería extrañar dado que el panorama económico apenas ha variado en ese plazo. Otra cosa es la percepción del mercado.
Según la Fed, la economía marcha bien y si se ha registrado algún ligero enfriamiento en el consumo por obra de las tensiones inflacionistas, pasará rápido. El plan, pues sigue su curso. Las subidas de tipos de interés se seguirán sucediendo a un ritmo moderado. Por otro lado, la inflación está alta por factores coyunturales, por lo que remitirá. Y, si no lo hace, la economía está bien preparada para hacer frente a subidas de tipos aceleradas.
La apariencia es, ciertamente, tranquilizadora. El problema de ofrecer árnica a los mercados es que éstos pueden empezar a pensar que les dicen lo que quieren o necesitan oír.
En las últimas dos semanas se había generalizado la percepción de que la Reserva Federal podría dejar los tipos quietos en el 1,25% hasta después de las elecciones, a celebrar -si no prospera la idea de condicionar las elecciones a los actos terroristas- el 2 de noviembre.
Supuestamente, la reacción inmediata del mercado ante el discurso cotizaba, fundamentalmente, el hecho de que mantuviese la expectativa de nuevas alzas en tipos, así como la amenaza de subirlos de forma acelerada en caso de que afloren tensiones inflacionistas.
Ahora bien, si pensase dejar quietos los tipos de interés, probablemente lo último que hiciese sería decirlo. Con la perspectiva de otros seis meses de dinero al 1,25% probablemente se generasen las tensiones inflacionistas que quiere evitar. Es un experto en utilizar las palabras para hacer política económica, y si se plantea no obstaculizar la reelección de Bush con alzas de tipos, puede crear un efecto similar sólo con enseñar sus armas.