El Prado rinde tributo al Museo de la Trinidad
Una de las principales fuentes de la colección del Museo del Prado es el conjunto de obras que aportó en 1872 el Museo de la Trinidad. Por ejemplo, todos los berruguetes que conserva la pinacoteca madrileña proceden de la desaparecida institución. Igual que obras clave de la historia de la pintura española como los 56 lienzos de Vicente Carducho para el Paular o la serie de Maino para la Iglesia de San Pedro Mártir de Toledo.
El Prado rinde tributo al Museo de la Trinidad con un montaje especial que reúne 27 obras maestras procedentes del mismo. El Museo de la Trinidad en el Prado, que cierra el programa de exposiciones de verano, incide en la línea de revisión histórica emprendida por el museo. La idea surgió en el seno del Patronato y coincide con el centenario de la muerte de Isabel II, bajo cuyo reinado surgió el primer Museo Nacional de Pintura y Escultura, conocido como Museo de la Trinidad por su ubicación en el edificio que ocupaba el convento del mismo nombre.
Fruto de la Desamortización de Mendizábal, el museo se formó con obras de arte de los conventos de Madrid y algunas provincias limítrofes, junto con las de la colección del infante don Sebastián Gabriel de Borbón, bisnieto de Carlos III, incautada en 1835 tras su adhesión a la causa carlista. Este conjunto constaba de 216 pinturas que reforzaron el patrimonio del Museo Nacional, al incluir cuadros de temática poco representada en sus fondos y obras de los grandes maestros del Siglo de Oro. Años más tarde Isabel II le devolvería la colección, que se dispersaría a su muerte y de la que El Prado conserva doce obras, siete de ellas adquiridas directamente por el museo, la última en 1991 a la condesa viuda de Hernani.
La muestra está protagonizada por obras de género religioso, entre las que destacan La Anunciación de El Greco, La resurrección de Cristo, de Maino, El sepulcro de San Pedro Mártir, de Berruguete, parte de las series sobre la Biblia y la Pasión de Escalante y Tiepolo, respectivamente, o el Cristo crucificado de Goya. La selección se completa con pinturas ajenas a esta temática, como los bodegones de Sánchez Cotán y Van der Hamen o el autorretrato de Goya.
A parte de las 27 obras seleccionadas -se podrán visitar hasta el 19 de septiembre- se han señalizado con un cartel las otras 47 pinturas procedentes del Museo de la Trinidad que se exponen permanentemente en las salas del Prado.
Junto con la exposición se ha publicado un ensayo de José Álvarez Lopera, jefe de Conservación de Pintura Española del Museo y comisario de la muestra, que recoge una investigación en profundidad sobre el museo y que es parte de un proceso más ambicioso que se completará próximamente con un segundo tomo.
La triste historia de un museo
El Museo Nacional de Pintura y Escultura fue inaugurado el 24 de julio de 1838 con una exposición temporal que duró 9 días. La falta de presupuesto desembocó en el rápido abandono de la institución, que no reabriría sus puertas hasta el 2 de mayo de 1842, bajo la regencia de Espartero. Pero en 1849 la decisión del gobierno de convertir su sede en Ministerio de Fomento volvió a truncar su trayectoria, quedando la mayoría de sus obras dentro de las dependencias ministeriales, sólo accesibles al público unas pocas horas a la semana.El desprestigio era tal que ni los directores daban importancia al cargo. Así, el académico José Caveda en un libro sobre la historia de la Real Academia de San Fernando se refería extensamente al Museo de la Trinidad sin mencionar que él era su director.En 1872, el gobierno de la Primera República decidió fusionar su colección con la del Prado. Como resultado, 200 obras se trasladaron al Prado y unas 650 se desperdigaron por varias instituciones.