Lecciones de la Eurocopa
Juan Carlos Cubeiro analiza cómo la cenicienta, Grecia, se ha convertido en la princesa del torneo deportivo gracias a la capacidad de su entrenador, a su orgullo de pertenencia y a su capacidad para trabajar la buena suerte
El observador atento suele utilizar las situaciones que ocurren a su alrededor como metáforas para reflexionar sobre su propia circunstancia, sobre sus fortalezas y oportunidades de mejora. Un buen ejemplo de ello puede ser la Eurocopa 2004, celebrada en Portugal y de la que podemos extraer una serie de conclusiones aplicables a la dirección de empresas.
Cuestión de actitud: En este torneo hemos podido encontrar dos tipos de selecciones: las de las 'grandes ligas' (España, Italia, Alemania, Inglaterra, Francia), con sus jugadores estrella, que han realizado un pobre papel, y las de 'países menores' (Portugal, Grecia, Chequia, Holanda, Dinamarca), con futbolistas jugando en el extranjero o deseosos de incorporarse a las grandes ligas, mucho más entonados. La famosa ecuación del talento (capacidad por compromiso) ha realzado la implicación, la involucración, el talento en suma, por encima de la técnica individual. Tal vez Iñaki Sáez (y lo mismo sirve para el resto de seleccionadores nacionales de quienes se ha prescindido) habría hecho mejor llevando a Portugal a un combinado del Levante, Numancia y Getafe, recién ascendidos a primera, futbolistas con hambre de gol deseosos de notoriedad y triunfo internacional. Por surrealista que parezca, no lo habrían hecho peor que esta selección nacional presuntamente favorita. En cualquier caso, trabajarse la actitud de los profesionales es muy importante.
'La forma de plantear los partidos, la preparación y los cambios han superado la inspiración de las estrellas'
La importancia de los entrenadores (coach): No ha sido un torneo de grandes cracks, de nuevas estrellas mediáticas (las ya reconocidas, como Beckham, Raúl, Zidane o Totti, han brillado por su ausencia), sino de entrenadores, de esquemas de juego (la defensa a ultranza de los griegos, férrea y disciplinada, auspiciada por el alemán Otto Rehhagel -considerado en su día por Beckenbauer 'el peor entrenador de su país'-, el empuje portugués propiciado por Luis Felipe Scolari, el ataque checo propugnado por Karel Brueckner), de espíritu de equipo. La forma de plantear los partidos, la preparación, los cambios tácticos han superado a la inspiración de las estrellas.
Orgullo de pertenencia: Portugal ha convertido la Eurocopa en una exaltación de patriotismo, de identidad nacional, en cierto modo como hicimos los españoles con ocasión de los Juegos del 92 y en menor medida en los mundiales del 82. El país se ha engalanado de verde y rojo, ha sufrido con la primera derrota, se ha lanzado a la calle tras vencer a España, Inglaterra y Holanda; ha vivido la final con extraordinario entusiasmo. Luis Figo, su capitán, ha sido imagen de gran cantidad de empresas lusas. Por primera vez en 20 años, el anfitrión ha llegado hasta la final, y ha sufrido un maracanazo. El sentido de propiedad, el orgullo de pertenencia entre los integrantes de una organización, es uno de los activos intangibles mejor valorados, y no sólo en el mundo del fútbol, sino en todo tipo de organizaciones. Por ello hay que gestionarlo adecuadamente.
La buena suerte: Cada ocho años, los dos conjuntos que disputan el partido inaugural se vuelven a ver las caras en la final del campeonato. Dado que, tanto Portugal como Grecia jugaron la primera fase con España, nos habría bastado con tener suerte en el bombo y haber iniciado la Eurocopa en el primer partido (12 de junio) contra cualquiera de ellos para llegar hasta lo más alto. No es tan fácil. La buena suerte hay que ganársela. Portugal remontó el vuelo desde su primera derrota, incorporando a algunos jugadores y flexibilizando su esquema inicial. Se ha convencido de sus posibilidades. Grecia, tejiendo una tela de araña en la defensa y el centro del campo, ganó en el primer encuentro a la anfitriona, empató con España y después venció a Francia y a los checos, hasta entonces los mejores, que contaban sus partidos anteriores por victorias (contra Holanda y Alemania). Han sido justos finalistas y la suerte les ha pillado trabajando duramente. En la final, Grecia aprovechó un despiste portugués y marcó el tanto que le dio el campeonato.
Scolari, el entrenador rival, lo reconoció en la rueda de prensa posterior al partido: 'Es muy difícil de aceptar ese resultado, pero los griegos fueron mejores'. El triunfo de la concentración y la disciplina. Más de la mitad del equipo titular son expatriados: juegan en la ligas inglesa, italiana, alemana, portuguesa... Con marcajes férreos (a Zidane y Henry, a Poborsky y Baros, a Figo y Deco), una solidez granítica y un zarpazo al rival (a la salida de un córner o en un contraataque; en la final, sólo lanzó dos tiros a puerta) que es suficiente para llevarse el partido. Tom Peters lleva años diciéndolo: 'la pasión sin sistema es tan peligrosa como el sistema sin pasión'. Como se ha dicho estos días, también en el fútbol están cambiando las reglas cuando el Oporto gana la Champions, el Once Caldas colombiano la Copa Libertadores y Grecia la Eurocopa. 'Los dioses deben estar locos': hoy, el mejor ataque es una buena defensa.
Obtener lecciones de lo que nos rodea es una potente forma de aprendizaje, siempre que sepamos traducir la reflexión en acciones prácticas, en retos a alcanzar. La cenicienta se ha convertido en la princesa del torneo. Trabajar la actitud, la capacidad del entrenador, el orgullo de pertenencia y la buena suerte han sido claves para el éxito de Grecia en la Eurocopa. También pueden serlo para nuestras empresas y para nosotros mismos.