Más calidad de vida
Iba de la oficina a la cama. Salomé de Diego, psicóloga de 42 años, tenía una trabajo prometedor como consultora en Hay Group. También trabajó en el área de desarrollo profesional del Instituto de Empresa. No tenía cargas familiares. 'Le dedicaba todo mi tiempo al trabajo, encerrada en el despacho'.
Iba de la oficina a la cama. Salomé de Diego, psicóloga de 42 años, tenía una trabajo prometedor como consultora en Hay Group. También trabajó en el área de desarrollo profesional del Instituto de Empresa. No tenía cargas familiares. 'Le dedicaba todo mi tiempo al trabajo, encerrada en el despacho'. Un día, mientras buscaba casa, se replanteó el estilo de vida que llevaba. 'Y no me gustó nada. Ví que en mi vida sólo había agenda profesional. Me entró una especie de vacío existencial'. Lo dejó todo y comenzó a trabajar como consultora autónoma. Adoptó una niña china, bajó el listón de sus expectativas laborales y confiesa que lleva una vida razonablemente ordenada y feliz. 'No dejé mi carrera profesional, pero sí cambié el foco de mi vida. Ahora tengo muchas más satisfacciones', explica De Diego. Asegura que su decisión no fue fruto de un arrebato y que cada vez son más los profesionales y directivos, en torno a los 45 años, 'que no quieren vivir esclavizados por el trabajo' y buscan otras vías de escape.
No es una moda. Cada vez hay más ejecutivos dispuestos a renunciar a un trozo de gloria profesional por salvaguardar su parcela personal. 'Los buenos directivos son aquellos que valoran otras cosas, no sólo la contraprestación económica, que es con lo que se retenía el talento. La gente que más rinde en el trabajo es la que mejor desconecta', razona Pascual Montañés, profesor de Dirección Estratégica del Instituto de Empresa.
'Las cosas han cambiado. Antes lo que un alto ejecutivo buscaba era correr lo más rápido posible y escalar posiciones. Hoy la clave es mantenerse el mayor tiempo posible y para ello es necesaria la flexibilidad'. Jesús Correas, presidente de Dopp Consultores, cree que en el futuro sólo las empresas que ofrezcan a sus directivos modelos de gestión flexibles podrán retener el talento.
'Pasar 80 noches fuera de casa por trabajo genera un estrés descomunal'
Y son precisamente aquellos que saben equilibrar las dimensiones de su vida personal los que tienen una actitud serena, inteligente y de dominio sobre el trabajo. Esta teoría la sostiene el profesor de Política de Empresa del IESE Luis Manuel Calleja: 'Muchos de los que se dejan la piel en el trabajo lo hacen porque no son buenos directivos. Aquellos que buscan el equilibrio personal suelen estar sobrados de capacidad para asumir las responsabildiades de su cargo'. Pero esto no es óbice, continúa, para que cuando el trabajo así lo requiera puedan pasar temporadas desbordados. 'La empresa está para lo que está, que no es una familia ni viceversa. La empresa merece sólo cierto grado de entrega, aunque sepan cuándo tienen que echar el resto de modo inteligente', matiza Calleja, quien echa mano de un estudio para afirmar que 'pasar 80 noches fuera de casa por trabajo genera un estrés descomunal'.
Bien lo sabe Salomé de Diego, que a pesar de sus renuncias, muchas noches las pasa frente al ordenador. 'No se trata de liberarte de todas tus responsabilidades, se trata de gestionar tu tiempo y de dar prioridad también a tu vida personal'. Relata que los directivos están sometidos, hoy día, a una excesiva presión marcada por los resultados a corto plazo. 'Eso te da miedos e inseguridades. No es manera de funcionar. Las empresas no están concienciadas para cuidar el talento, pero sí lo están para sacarle la sangre al capital humano', se queja De Diego. Aquellos que persiguen el equilibrio 'son algo más seguros que los demás, conocen su propia valía y límites con mayor precisión', afirma el profesor del IESE. Son profesionales que suelen buscar más el prestigio que el éxito profesional.
'No ascienden a cualquier precio. A los que les va menos bien en la tarea de armonizar sus vidas tienen inflamada la glándula profesional, son monotemáticos y acaban prostituyendo todas sus relaciones pues las consideran una ocasión de ascenso profesional', explica Calleja, quien afirma que son personas a las que les puede quedar grande el cargo. 'Son un poco nuevos ricos de la alta dirección. Además, acaban haciendo trampas porque tienen más ambición que recursos y capacidades'.
Lo importante, aconseja la consultora Salomé de Diego, es mantener la madurez y la confianza en uno mismo. 'Yo ahora no voy de la oficina a la cama. He reorientado mi carrera y con ello he recuperado a los amigos, el cine, a la familia'. Ha renunciado a jornadas maratonianas, a viajes constantes, pero sigue rindiendo en el trabajo. Eso sí, de otra manera. 'Dando prioridad a otras facetas de mi vida, que antes ni me había planteado', dice De Diego.
En un futuro no muy lejano, las empresas tendrán que replantearse seriamente el estatus de sus ejecutivos, más aún cuando el retraso en la edad de jubilación obligará cada vez más a los directivos a cuestionar su modelo profesional y de vida. 'Si una persona empieza a trabajar a los 23 años y acaba retirándose a los 67 lo lógico es que se pregunte: ¿voy a tener que dar el do de pecho todos esos años?', se pregunta Jesús Correas. Considera que sólo las empresas que asuman que no podrán exigir el 100% de dedicación a sus ejecutivos durante toda la vida laboral conseguirán retenerlos. 'Al fin y al cabo lo que quiere una compañía es tener a la mejor gente. Las empresas tienen que flexibilizarse porque, no nos engañemos, es muy difícil mantener el mismo ritmo durante 30 años de vida directiva'.
'No nos han preparado para la vida privada'
Le gusta más hablar de flexibilidad que de equilibrio. Entre otras cosas porque está convencido de que la vida personal exige mucha más dedicación que la profesional. 'La vida privada es mucho más compleja que la laboral y estamos mucho menos preparados para ella', explica. Jesús Correas, director de Dopp Consultores, cree que han sido las multinacionales las primeras en responder a la necesidad que tienen los ejecutivos de dedicar más tiempo a la vida privada. 'Hoy en día los directivos no sólo piensan en llegar arriba, sino que quieren poder mantenerse. Por eso buscan empresas que les ofrezcan la flexibilidad suficiente como para poder dedicar tiempo a ordenar sus vidas'. En su opinión, es una corriente que se da en ejecutivos de entre 38 y 40 años, preocupados no sólo por mejorar su calidad de vida, sino por construir un futuro halagüeño. 'La vida privada no es sólo ocio. Es tiempo para reflexionar en cómo será nuestra existencia cuando dejemos de estar en primera línea', señala.
'Deben tener una segunda residencia'
Anima a la desconexión, sobre todo cuando llega el fin de semana. El profesor del Instituto de Empresa Pascual Montañés va un poco más en su planteamiento del equilibrio personal y profesional y defiende que todo alto directivo disponga de una segunda residencia. 'En España no es costumbre, pero en Estados Unidos es habitual que el presidente de Gobierno deje los fines de semana la Casa Blanca y se vaya a descansar a la residencia de Camp David. Allí desconecta'. Para poder ser creativo en su trabajo y poder compensar toda la presión del cargo 'tiene que tener mucha calidad de vida personal'. Montañés anima a todos los ejecutivos y profesionales a tener y desarrollar 'magníficos proyectos personales', además de ambiciosas carreras.'Observo que los profesionales maduros necesitan de una mayor autonomía y libertad. Y reclaman precisamente más tiempo para sí mismos y para disfrutar con sus familias', explica este profesor.
'Ser ejecutivo exige dedicación absoluta'
'Todavía no conozco ninguna empresa en España que permita a un directivo poner la mejora de su calidad de vida por delante del trabajo'. Enrique de Mulder, presidente de la consultora Hay Group, tiene muy claro que ser ejecutivo sigue siendo una labor que implica 'dedicación absoluta'. De Mulder reconoce que cada vez hay más ayudas por parte de las empresas para permitir a las plantillas mejorar su estilo de vida, pero que ese movimiento todavía no ha llegado a las cúpulas de las compañías. 'He conocido a mujeres ejecutivas que en un determinado momento han decidido bajar el ritmo y parar o incluso renunciar a puestos más altos, pero no es una tendencia general', señala. Lo que sí puede observarse, matiza, es mucha resistencia a viajar entre los directivos, 'pero no es por lograr una mejor calidad de vida, sino porque el ejecutivo español es reacio a viajar y a trasladarse'.