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Tribuna
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El dilema del euro fuerte

La fortaleza del euro es una buena señal para las Bolsas europeas y, en general, para las economías de la UE. El autor asegura que la llegada de los diez nuevos socios a la Unión debe resultar provechosa también para la evolución del consumo

Una de las ventajas de pertenecer a la Unión Monetaria Europea (UME) es la capacidad de acceder a los niveles de los tipos de interés alemanes, pese a su historial de alta inflación y de deuda pública. La consecuencia es que las economías periféricas continuarán experimentando tipos reales inferiores a los de los países del núcleo y, mientras la UME continúe existiendo, no hay motivo para pensar que esta situación vaya a cambiar.

La experiencia española es un buen ejemplo. Antes de la convergencia de tipos anterior a la UME, las rentabilidades de los bonos del tesoro español a diez años cotizaban un 3% por encima de aquellas de sus homólogos alemanes. En el verano de 2003 este diferencial pasó a ser negativo después de que los inversores descontaran el riesgo creciente de descenso de los precios al consumo: los bonos gubernamentales españoles a diez años cotizaban 10 puntos básicos por debajo de los bunds alemanes.

Está demostrado que las tendencias fuertes en el rendimiento de las Bolsas regionales tienden a coincidir con la fortaleza de la moneda

Tras la reciente ampliación de la UE, que en última instancia se espera que concluya con la adopción del euro, un nuevo grupo de economías se beneficiará probablemente de esta tendencia, así como del impulso comercial de la convergencia, que podría ser el principal motor para estos mercados periféricos de la zona euro. Con la rentabilidad de los bonos de Europa Oriental muy por encima de los niveles de la eurozona, es posible que surja una tendencia similar durante el resto de la presente década.

No obstante, la convergencia conlleva un aumento de la volatilidad en los mercados de divisas, que incrementa el riesgo para los inversores que invierten directamente en estos países.

Una forma de evitar esto es buscar empresas de Europa Occidental que desarrollen actividades en Europa del Este o que puedan beneficiarse del crecimiento en la zona. La entrada de las diez economías en la UE debe asimismo resultar provechosa para las tendencias de consumo de la Unión en su totalidad.

Además de los beneficios de pertenecer a la UME también es importante ilustrar por qué el impacto de la fortaleza del euro sobre las economías europeas no siempre ha de tener efectos nocivos. La implicación de esta tendencia cambiaria (bajista en cuanto al dólar y alcista en cuanto al euro) es que los productores europeos perderán seguramente terreno frente a sus homólogos estadounidenses y asiáticos. Pero está visión ignora el hecho de que cerca del 80% de la actividad económica de la zona euro se genera internamente. Aquí la apreciación de la divisa es positiva, ya que aumenta el poder adquisitivo en el ámbito internacional y tiende a reducir las presiones inflacionarias que podría generar la economía global. Esto permite tipos de interés más bajos que de otra forma no serían posibles.

De todas formas, la apreciación de una divisa no puede juzgarse positivamente tan solo desde esta perspectiva económica. Está demostrado que tendencias más fuertes en el rendimiento relativo de las Bolsas regionales tienden a coincidir con la fortaleza de la moneda. æpermil;se ha sido el caso en la zona euro, EE UU y Japón en diversas condiciones del mercado. Por ejemplo, el rendimiento superior relativo de la Bolsa japonesa ha coincidido con periodos de fortaleza del yen tanto en el mercado alcista de los ochenta como en el bajista de los noventa. Asumiendo que pueden aplicarse los mismos principios a los mercados europeos, la racha de fortaleza del euro señala un periodo de crecimiento para los mercados de renta variable europeos.

Resulta poco probable que Europa se defina como el motor de crecimiento para la economía mundial. Sin embargo, es igualmente incorrecto afirmar que el aparente rezago económico de los noventa sea una tendencia que deba ser extrapolada. Ello no se debe a los distintos enfoques de medición de la producción, sino también a la posibilidad de que los factores negativos a largo plazo se compensen por cambios positivos durante un tiempo prolongado. Los políticos disponen de poca libertad de acción debido a la implacable presión de los mercados financieros globales. Por tanto, resulta probable que la transformación económica continúe cambiando a las economías europeas. La reforma del mercado laboral, la menor dependencia en la expansión del crédito doméstico a lo largo de los noventa y los aumentos de la renta disponible, deberían apuntalar las tasas de crecimiento económico en términos absolutos y relativos con respecto a sus homólogos internacionales. La apreciación de la moneda y la concentración del BCE en conseguir estabilidad de precios supondrá un nuevo estímulo para estas tendencias.

De esta manera los tipos de interés permanecen bajos de forma sostenible. El potencial de transformación de las economías periféricas, de actuales y futuros miembros de la UME, probablemente ofrezca oportunidades de mayor crecimiento dentro de Europa.

Con unos niveles de valoración bursátiles históricamente razonables y favorablemente posicionados tanto con respecto a homólogos internacionales como en relación a la renta fija, un rendimiento económico estable podría suponer un gran impulso en un mundo cada vez más apalancado.

Después de haber aclarado los errores comunes y generalizados en torno a la inversión en Europa, demostrar que las diferencias de recopilación de datos distorsionan el panorama de crecimiento, que los Estados miembros están afrontando los desafíos en un intento de aumentar su competitividad y que la fortaleza del euro es precisamente una buena señal para las Bolsas europeas, podemos decir que invertir en renta variable europea tiene sentido.

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