Prohibido dejar ladrar al perro más de quince minutos al día
Frank Sinatra aseguraba en una de sus canciones más populares que Nueva York es 'la ciudad que nunca duerme'. Una idea que a muchos les parece cargada de romanticismo. Sin embargo, lo que de verdad ocurre en Nueva York es que casi nadie puede pegar ojo debido a la abundancia de ruidos. Aires acondicionados, coches, sirenas de bomberos, música, obras, suburbano... Todo ello y más contribuye a crear un barullo permanente que, en el mejor de los casos, se transforma en un zumbido de fondo que el neoyorquino de nacimiento o adopción termina aceptando tras pasar noches en blanco.
El ruido forma parte de la historia de Nueva York y ya en 1929, el comisario de la Salud de la ciudad dijo que tenía un efecto 'maligno' sobre el sistema nervioso colectivo. Sin embargo, el alcalde Michael Bloomberg está decidido a acabar con él, añadiendo las actividades que contribuyan al zumbido permanente a la larga lista de cosas prohibidas en la ciudad.
Bloomberg ha propuesto una legislación que incluye que los aires acondicionados estén sujetos a nuevos estándares de ruido. En los edificios con nuevos aparatos, el límite será de 45 decibelios (se suele llegar a los 70 cuando hay tráfico en una calle).
Los neoyorquinos son multados por hacer cosas como dar de comer a los patos de Central Park o levantar los pies de los pedales de la bicicleta
Las obras de construcción y reparación (salvo emergencias) se pararán los fines de semana y por la noche. Los tradicionales camiones de los helados tendrán que dejar de usar a partir de 2006 la música con la que se les identifica. La música de los bares y clubes de la ciudad también se controlará. Y las mascotas, fundamentalmente los perros, sólo podrán hacer ruido (léase, ladrar) durante 10 minutos a lo largo del día y cinco adicionales por la noche. Quince en total.
Con esta batería de prohibiciones, Bloomberg ha conseguido, por primera vez en mucho tiempo, ganar popularidad entre los neoyorquinos. Hay discrepancias sobre la necesidad de algunas de las medidas, pero el ruido es la queja número uno de los ciudadanos, con mil llamadas al día al teléfono de atención ciudadana del ayuntamiento, muy por delante de las que dan lugar los alquileres. Hasta la Nightlife Association de Nueva York, que agrupa a los bares y salas de fiestas, da la bienvenida a una legislación que ha sido consensuada con ellos.
Y es que éste no siempre ha sido el caso. En esta asociación están todavía indignados por la prohibición de fumar en los locales públicos, algo que quieren que se cancele. La popularidad de Bloomberg tampoco ganó puntos cuando Crystal Rosario, una mujer embarazada, se sentó en las escaleras del metro para descansar el pasado verano y acabó con una multa a pesar de que no cortaba el paso a nadie.
Muchos neoyorquinos repararon entonces en la cantidad de cosas que no podían hacer bajo pena de multa. Ni ocupar dos asientos en el metro (no importa que no vaya lleno), ni sentarse en una caja en la calle, ni levantar los pies de los pedales de la bicicleta, ni alimentar a los peces, patos o pájaros en Central Park. Además, pronto puede que se prohíba tomar fotos en el metro si sale adelante una propuesta de la autoridad del transporte.
De seguir así las cosas, podría triunfar la idea de imprimir camisetas con la lista de prohibiciones típicamente neoyorquinas. Algo que ya existe en Singapur, donde recientemente se ha levantado parcialmente una prohibición de mascar chicle que llevaba 12 años vigente.