'Para un alpinista el miedo es necesario'
Los científicos aseguran que a partir de los 1.500 metros de altura la capacidad física del ser humano disminuye un 1% cada 100 metros. Entre los 4.000 y los 5.000 metros son frecuentes los edemas pulmonares y cerebrales y los cambios de conducta. Cuando se cruza la barrera de los 6.500 metros aparece el insomnio, desaparece el apetito y el peso de una mochila se hace insoportable. La frecuencia cardíaca aumenta para compensar la falta de oxígeno. La sangre se espesa. El corazón trabaja a marchas forzadas. Hay deshidratación y riesgos de congelación.
La alpinista gallega Chus Lago, quien recibió ayer el premio Saludable otorgado por Sanitas, conoce por experiencia propia el sufrimiento psíquico y físico que jalona el camino a las cimas más altas del planeta. Lago ostenta el récord de ser una de las tres mujeres del mundo que han conseguido subir al Everest al estilo de Messner y Habeler, esto es, sin utilizar bombona de oxígeno. Una hazaña que el 90% de los alpinistas no se plantea siquiera intentar. 'Logré subir sin bombona porque, según los médicos, estaba muy bien preparada físicamente y porque lo estaba también psicológicamente. Cuando te propones algo así es fundamental conocerte bien a ti misma y que tu mente sea capaz de aceptar los sacrificios de forma serena', explica.
Lago ha coronado ya tres de los cinco sietemiles de la extinta Unión Soviética que conforman el título Leopardo de las nieves. En agosto pasado, al descender de uno de ellos sufrió una ceguera temporal y la congelación de varios dedos tras pasar una noche a la intemperie. Sin tienda, sin apenas equipo, sin más respaldo que su fuerza de voluntad. 'El sufrimiento físico es una circunstancia, no es algo que busques, sino algo que tienes que superar cuando quieres alcanzar tu objetivo. Cuando bajo de la montaña no se me reconoce, pierdo mucho peso, tengo la piel deshidratada y quemada por el sol. Parezco otra persona'.
Una vez que corone los dos picos restantes del Leopardo de las Nieves, su siguiente proyecto será dirigirse a la Antártida, al monte Vinson, uno de los más elevados del continente. 'Mi objetivo es lograr abrir una nueva ruta', señala.
Dotada de una preparación física impresionante, Lago explica que cuando se asciende a una cumbre hay que evaluar continuamente los riesgos y que, por supuesto, se piensa en la muerte. 'Para un alpinista tener un poco de miedo es necesario porque te mantiene alerta. Es como si llevases un pequeño ordenador en la cabeza que analiza continuamente las variables: la nieve, la roca, el sol, el equipo... Lo controlas todo.'
Confiesa que cuando puso el pie en la cima del Everest, el 26 de mayo de 1999, se sintió confundida. 'Cuando llegué a la cima sentí que había perdido algo en vez de ganarlo; como si hubiese sido mejor no llegar, no lograrlo. Había invertido muchísimo tiempo, esfuerzo e ilusión en conseguirlo. Y en el momento en que me vi allí arriba pensé: ¿y ahora qué?'.
Tardó tiempo en superar esa sensación y en darse cuenta de que existían otras metas con dificultades físicas y psicológicas similares. 'A altitudes elevadas, como en el Everest, es muy difícil dormir. Se duerme en ciclos de dos horas porque la altitud te desequilibra. Ahí sólo sirve la experiencia, que sepas controlarte, que puedas dominar la ansiedad', recuerda.