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Columna
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Una situación favorable

La economía mundial disfruta, pese a las incertidumbres, de uno de los periodos de más brillante crecimiento en tres décadas. Sólo la UE muestra signos de retraso en la recuperación. Sobre este fondo contradictorio, España continúa en una senda de crecimiento que debe aprovechar al máximo

A pesar de las incertidumbres de la economía internacional y de las amenazas que representan los altos precios del petróleo y la inminente subida de los tipos de interés, por señalar tan sólo los acontecimientos que preocupan más a los actores económicos en el cortísimo plazo, lo cierto es que la economía mundial está registrando en los últimos 12 meses (la segunda mitad de 2003 y el primer semestre de 2004) uno de los periodos de más brillante crecimiento de los últimos 30 años. La recuperación económica es sólida en EE UU, pero es brillante en Asia (China, India y Japón) y considerable en los nuevos países industrializados del Extremo Oriente, en los países de la antigua Unión Soviética y en menor medida en Latinoamérica, que está creciendo el 4%, y en la misma África. Es decir estamos ante un crecimiento prácticamente universal.

Sólo Europa y, dentro de ella, la antigua UE muestra signos de retraso en la recuperación de su economía. Sin embargo, los datos de la contabilidad nacional del primer trimestre de este año (Francia y Alemania), la marcha de la producción industrial y de las exportaciones así como la evolución de los indicadores de confianza señalan que la tendencia del crecimiento es claramente alcista y que las incertidumbres internacionales de los últimos meses no han sido capaces de doblegarla.

Es prioritario aprovechar la corriente positiva de la economía española sabiendo que pueden surgir nuevas dificultades en el entorno

Por ello no es extraño que el director gerente del Fondo Monetario Internacional, Rodrigo Rato, declarara esta semana en Madrid, que esta institución no prevé modificaciones a la baja de la tasa de crecimiento prevista para la economía mundial en este año, el 4,6%, en tanto que no excluye, a pesar de la próxima subida de los tipos de interés, revisiones al alza en el próximo otoño.

Sobre este fondo contradictorio de la escena internacional y de la economía europea la actividad económica en España continua sobre la misma senda de recuperación ya iniciada en 2003. Nuestra economía además ha sido capaz de superar sin perplejidad ni dificultades dos acontecimientos inesperados: el gravísimo atentado del 11 de marzo pasado y el cambio de Gobierno en España después de las elecciones del 14 de marzo, cambio que ni los mercados ni la comunidad de los negocios habían considerado probable en la conformación de sus expectativas.

El Banco de España ha hecho un primer análisis del efecto económico del primero de estos acontecimientos, concluyendo que, frente a la reacción depresiva de los mercados y consumidores norteamericanos tras el 11 de septiembre de 2001, el impacto causado por el atentado de Al Quaeda en Madrid es prácticamente imperceptible. Tal vez los efectos políticos que este acontecimiento y su gestión por parte del Gobierno saliente tuvieron sobre los resultados electorales sirvieron de espita para aliviar la frustración y la pesadumbre que siguen a estas acciones.

Por lo demás, ni las ventas de bienes de consumo, incluidos los duraderos como los automóviles, ni la venta de viviendas o la constitución de créditos hipotecarios ni la confianza de consumidores y empresas muestran cambios significativos en su tendencia positiva. Afortunadamente, por otro lado, hay datos que muestran una recuperación de la inversión en bienes de equipo aunque por el lado de las exportaciones los resultados son todavía insatisfactorios.

El Gobierno puede aprovechar esta buena coyuntura despejando rápidamente algunas incógnitas que inevitablemente se plantean ante la llegada de una nueva fuerza al poder. En lo que es más importante, la orientación de la política macroeconómica, ya lo ha hecho aprobando un plan de política fiscal para el conjunto de la legislatura ortodoxo y llamado a suscitar la confianza de los agentes económicos.

Ahora es preciso que las diferencias políticas no impidan su aprobación en el Parlamento donde los dos grupos mayoritarios comparten la misma filosofía en este terreno y sólo alguna minoría se enfrenta al mismo.

Pero también es necesario ir acelerando las bases de la política industrial para que el cambio del patrón de crecimiento hacia un modelo basado en la mejora tecnológica y el aumento de la productividad pueda hacerse aprovechando lo que hay de válido en la situación actual y complementándolo con nuevas medidas. Del mismo modo, convendrá establecer los objetivos de la política de Obras Públicas y de Vivienda, de manera que se vaya avanzando con objetivos realistas que aprovechen la buena situación en estos sectores.

Tiempo habrá para definir las reformas que en el ámbito de la competencia y de los órganos encargados de velar por ella o en el del mercado de trabajo (incluido el sistema de pensiones) se vayan a ir proponiendo siguiendo las directrices del programa del PSOE, y tiempo habrá para buscar pactos y alcanzar consensos sobre ellos. Hoy lo prioritario es asegurarse al máximo de aprovechar la corriente positiva de la economía española sabiendo que pueden surgir nuevas dificultades en el entorno que podrían poner obstáculos a su marcha en el futuro.

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