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Columna
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El precio del petróleo y sus implicaciones

Las cotizaciones del petróleo en las últimas semanas suscitan alarma respecto a la posible continuidad del alza o del mantenimiento del nivel actual. Las dificultades de dos productores importantes (Irak y Venezuela) y las posibles complicaciones en otros, como Arabia Saudí, se suman al aumento de la demanda propiciado por el crecimiento en economías como EE UU y China. La combinación de alza en la demanda y estancamiento en la oferta, si no se corrige por ésta última, puede tener implicaciones negativas en el crecimiento y en la estabilidad de los precios que, sin ser del tenor de las registradas en 1973, están lejos de ser despreciables, si bien es probable una vuelta a precios inferiores.

En 2003 las importaciones de petróleo y sus derivados ascendieron en España a 14.623,4 millones de euros, con un coste medio de 28,8 dólares por barril. Esta cifra supone el 7,94% de las importaciones y el 1,97% del PIB. Equivale al 10,6%, de las exportaciones, si bien, en un país con déficit comercial pero superávit en servicios, la capacidad de pago no se basa sólo en las ventas de productos. En todo caso, como la balanza por cuenta corriente española es deficitaria y la dependencia del petróleo alta, la relevancia del coste del crudo y sus derivados es alta.

La factura petrolífera aporta el 86,6% del saldo de la balanza por cuenta corriente. Si se atendiera a la non oil balance -saldo sin considerar petróleo y sus derivados-, el saldo negativo, según la Secretaría de Estado de Comercio y Turismo, que usa datos de Aduanas, queda en 2.260 millones de euros. Esta operación es insuficiente porque una parte de las importaciones de petróleo, el 23,8%, se reexportan refinadas, con lo que en ellas va el valor añadido en el proceso industrial.

El crudo al alza beneficia a los países productores, pero también a la Hacienda de los países consumidores

Es un porcentaje pequeño si se compara con 1974 (tras la triplicación de precios de 1973), cuando las importaciones de productos energéticos rebasaron el 25% de las exportaciones totales, duplicaban el saldo deficitario de la balanza comercial y explicaban el paso de superávit en la balanza por cuenta corriente al déficit, que desde entonces, con siete excepciones, fue lo normal las tres últimas décadas.

En el primer cuatrimestre de 2004 el coste medio del petróleo fue de 32,2 dólares por barril, que está un 11,8% por encima del año anterior. La incidencia de los productos energéticos en el IPC de 2004 es del 91,19 por mil (93,88 en 2002), de los que 66,8 por mil (66,45 en 2002) corresponde a carburantes. En la medida en que hay cierta sustituibilidad entre el gas y el petróleo, una parte de la demanda se reorienta hacia el primero, con el efecto de subir su precio y frenar algo el encarecimiento del segundo.

En líneas generales, a corto plazo, la sustituibilidad entre fuertes energéticas es limitada y la posibilidad de ahorros importantes, aunque real, suele ser pequeña, con lo que aumentará el gasto en combustibles y se revertirá el proceso de reducción del grupo de productos energéticos. La incidencia directa del aumento del petróleo, si se trasladase íntegramente a los productos finales utilizados por los consumidores, a iguales pautas de consumo, podría ser del 0,8% por cada 10% de aumento de precio, pero debería añadirse el encarecimiento del transporte de personas y mercancías, de la energía eléctrica, de los productos de la pesca, de los agrarios y otros.

Este incremento beneficia a los países productores y a la Hacienda de los países consumidores. En 2002 la media que representaba el precio sin impuestos de las gasolinas sin plomo (incluye los que gravan el beneficio de las empresas de transporte, distribución y refino, además de las rentas de quienes trabajan en esas actividades), era de 30,76 céntimos de euro por litro, que equivale al 31,74% del precio final medio (96,88 céntimos). La diferencia corresponde a impuestos especiales que se llevan 50,55 céntimos por litro y al IVA, con 15,47 céntimos. En España, en la misma fecha, el precio estaba un 12% por debajo y la carga tributaria porcentual soportada por IVA más impuestos especiales era algo menor (65,05 céntimos frente a 66,13 céntimos) pero sin contar los recargos de impuestos autonómicos.

Para el país el aumento es un impuesto que se paga al exterior. Si se acepta la incidencia expuesta y las rentas, salarios, alquileres o pensiones se ajustan sobre la base del IPC sin energía, el efecto será breve y se podrá compensar con mayor actividad exportadora la pérdida inicial, pero si se entra en guerra de precios, el efecto en el crecimiento puede frenar el actual proceso de creación de empleo, la contención de precios y la estabilidad presupuestaria del sector público.

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