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Tribuna
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Medir el valor de la estrategia

Un buen amigo me señalaba hace poco algunas de las trampas en las que todos podemos caer cuando hay que juzgar actuaciones y tomar decisiones. Quizás la más frecuente, decía, es plantearse incompatibilidades que no son reales. Y, para resolver estas aparentes incompatibilidades, buscar soluciones también aparentes y, por tanto, falsas.

Como ejemplo, citó el caso de la selección de fútbol. Hay personas que, por los resultados, piensan que hay incompatibilidad entre el equipo español y hacer un buen papel en campeonatos internacionales. Ante esta aparente incompatibilidad, la solución falsa que suele darse es la llamada victoria moral. En economía, se pensó mucho tiempo en la incompatibilidad entre paro e inflación. Y se dieron soluciones aparentes como el paro estructural y la inflación sostenible. En definitiva, un mal análisis de un problema genera una incompatibilidad aparente que se resuelve con una solución falsa que tranquiliza a muchos.

Con independencia de aceptar la validez de este análisis, reconozco que me ha ayudado a entender lo que en la empresa, suele caracterizar las relaciones entre estrategia y creación de valor. Ambos conceptos deberían estar íntimamente relacionados ya que la estrategia marca el camino por el que se desarrollará el futuro de la empresa, y la creación de valor es condición necesaria para la continuidad de un negocio. Sin embargo, en la práctica hay personas que actúan como si estrategia y creación de valor fuesen incompatibles, y califican de estratégicas precisamente a decisiones que hay que tomar a pesar de que los números no salgan, es decir, a pesar de que no resulten claras ni la rentabilidad ni la viabilidad. En estos casos, la aparente incompatibilidad se resuelve con la falsa solución de las llamadas razones estratégicas: hay que invertir porque, a pesar de que podamos perder hasta la camisa, existen motivos estratégicos que no se pueden cuantificar, pero que aportan un valor que convierte en positiva la decisión.

Para no caer en la trampa de la incompatibilidad entre razones estratégicas y valor económico conviene hacer precisiones. El valor que se estima a través de la técnica del descuento de flujos de caja presenta una serie de limitaciones, tanto por la subjetividad de los supuestos como por el modelo que se utiliza. Entre estas quizá la más importante es que hay que emplear flujos de caja establecidos, tanto en su cuantía como en su momento, cuando en realidad la actuación futura de cualquier gestor no es la de un espectador pasivo, sino que gestiona el proyecto a la luz de los acontecimientos que se producen.

Esta posibilidad de intervención ante un desarrollo concreto de acontecimientos futuros es lo que se llama flexibilidad operativa y, en ocasiones, puede tener una importancia relevante. En estas situaciones, el valor que se estima a través del descuento de flujos de caja infravalora la creación de valor de la decisión que se analiza, al no incluir el valor que aporta esta flexibilidad operativa.

Por otra parte, cuando se concretan las razones o motivos estratégicos mencionados es frecuente identificarlos con una flexibilidad operativa que supone la existencia de opciones reales en el proyecto sobre el que se debe tomar una decisión. Es decir, poseer una opción sobre un activo real que confiere al propietario el derecho, y no la obligación, de llevar a cabo una acción en el futuro. Sería, por ejemplo, el caso de tener la opción de esperar por un tiempo, sin perder la posibilidad de invertir, ante la decisión de lanzar un producto sobre el que existe un alto grado de incertidumbre en su desarrollo tecnológico. O la cada vez más frecuente situación de invertir ahora en un negocio para lograr un posicionamiento que permita ser un jugador en el futuro, también por el aprendizaje que se consigue.

En definitiva, las razones estratégicas se concretan con frecuencia, entre otras, en la existencia de opciones tales como abandonar, cerrar temporalmente, ampliar, cambiar de actividad o tecnología. En ambientes competitivos caracterizados por un alto grado de incertidumbre y un elevado valor de la flexibilidad operativa, identificar la existencia y cuantificar el valor de estas opciones suele ser la solución correcta a la aparente contradicción entre estrategia y valor.

Director del Área de Finanzas del Instituto de Empresa

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