La confianza, el gran capital social
La confianza generada por sistemas sociales interrelacionados supone una poderosa riqueza para cualquier sociedad, al igual que la derivada de las leyes sociales y económicas. La confianza es condición indispensable para la convivencia y para los negocios. ¿Hemos pensado hasta qué punto dependemos de ella en nuestras relaciones económicas y sociales? Hacemos un pedido y pagamos una señal por adelantado; entramos a trabajar en una empresa y comenzamos a trabajar sin que cobremos hasta el mes vencido. Tenemos confianza en que los demás cumplirán lo pactado. Esta es la forma más conocida y estudiada de la confianza. Pero existe una confianza generada por las relaciones sociales, mucho menos estudiada, que presta servicios y aporta seguridad y que configura el concepto de capital social de una comunidad.
Lyda Hanifan acuñó por vez primera la expresión capital social en 1916. Hanifan, que era un joven educador y reformador social de EE UU, defendió que muchos de los problemas sociales y económicos podían resolverse reforzando las redes de solidaridad. Creía que la comprensión mutua y la vida social -familia incluida- de la comunidad conseguían que los individuos constituyeran una red de relaciones de confianza que beneficiaba a todos. Esas redes sociales estables, generadoras de confianza, constituirían el capital social de esa comunidad. Gracias a ella, el individuo satisfaría mejor sus necesidades sociales, mejorando sustancialmente sus condiciones de vida. Como suele ser habitual con los pioneros, su teoría no fue reconocida.
Avanzado el siglo XX se abordó, desde campos diferentes, el activo social que suponen las relaciones de confianza. La Universidad de Michigan introdujo la idea de que el capital social 'es fruto de las relaciones sociales y consiste en la expectativa de beneficios derivados del trato preferencial entre individuos o grupos'. De ahí su concepto economicista como activo que puede producir beneficios futuros. También es cierto que esta confianza que genera beneficios comunes puede estar asentada en grupos pequeños insertados en una sociedad mayor, como las minorías o, incluso, sociedades mafiosas. Esa confianza reforzaría la del grupo, pero podría debilitar la general.
Una condición indispensable para la convivencia y para los negocios es la existencia de la confianza
Fukuyama nos dice en La Confianza (Trust): 'La gente sólo puede aprovechar las oportunidades económicas si forma comunidades, capital social. La capacidad de asociarse depende del grado en que las comunidades compartan normas y valores, y supediten intereses particulares a los generales. De estos valores compartidos deriva la confianza. No basta con leyes, contratos y racionalidad económica; son precisos otros valores: la reciprocidad, la obligación moral, la responsabilidad hacia la comunidad y la confianza'.
Francisco Pérez, estudioso de la materia, incorpora dos elementos innovadores en la consideración del capital social. Primera: 'Las relaciones sociales duraderas, tanto de tipo económico como de otra naturaleza, representan experiencias de mejora personal o colectiva y generan expectativas de trato favorable entre los individuos. Esas expectativas favorecen la cooperación y la reciprocidad y representan un capital social que produce beneficios de diversa naturaleza'. Segunda: 'En la experiencia de las sociedades desarrolladas las relaciones económicas representan un papel crucial en la generación de capital social. Aunque en las sociedades atrasadas otro tipo de relaciones sean más relevantes, ignorar el papel de las relaciones y los resultados económicos en la evolución del capital social y la confianza es un error de perspectiva'.
Francisco Pérez afirma que, junto a las expectativas de mejora económica, la confianza se acrecienta mediante políticas públicas de bienestar y cohesión social. Y como políticas para mejorar esa confianza, destaca:
l Mejoras continuadas que permitan percibir que se vive mejor que en el pasado y que en otros lugares.
l La participación de la mayoría en las mejoras económicas, gracias al empleo y a las políticas de igualdad de oportunidades.
l Desarrollo de un sistema financiero saneado. La participación de la población en las relaciones financieras, como inversor o prestatario, asegura la existencia de relaciones basadas en la confianza recíproca.
l Derechos de ciudadanía y un esquema de valores compartido. Educación orientada a reforzar lo que es común y no las diferencias.
España lleva décadas -desde los sesenta en lo económico, y desde los setenta en lo social y político- incrementando su capital social. Estas redes de confianza nos suponen un importante patrimonio que no ha sido fácil de conseguir.