La mejor ciudad del mundo
El estudio mundial sobre calidad de vida 2004 que elabora la empresa Mercer HR Consulting, sitúa a Zúrich y Ginebra al frente de la clasificación mundial de ciudades con mejor calidad de vida. Zúrich es reincidente. La lista se elabora con datos de 215 ciudades a partir de 39 factores (situación política, sanidad, educación, transporte, ocio, etc.). Para hacernos una idea, Madrid ocupa el puesto 38 (con análoga puntuación que Nueva York) y Barcelona, el 44. En general, los primeros puestos los copan ciudades europeas, canadienses, australianas y neozelandesas.
Es difícil desmentir a ese informe cuando uno se da un paseo por los muelles del Limmat, el río que en compañía de un canal y un ejército de cisnes rasga suavemente a la ciudad. La escenografía es sencillamente de cuento. Al fondo, una bambalina de montañas azuladas sobre el lago. Asomándose a éste, un casco viejo bien mantenido con torres medievales emergiendo sobre los tejados. Hay afanosidad en las calles, pero no estrés, la calma y el silencio parecen la piel de unas calles impolutas, ni un mínimo papel, ni una colilla, a los niños les enseñan a buscar la papelera antes que a hablar. Sensación absoluta de confort, material y espiritual, se canta en las iglesias, se toma chocolate con nata en la pausa de las compras, se confía el dinero a los bancos.
Para captar el alma de esta ciudad - y también sus contradicciones conviene subir a la plaza Lindenhof, que es en realidad un parque sombreado por tilos. Allí comenzó todo. Los romanos establecieron en aquel teso a orillas del río un castro al que llamaron Turicum. Los alemanes bárbaros acabaron con la romanidad y construyeron sus tugurios en medio de aquel campamento. En el siglo XVI, cuando la ciudad consiguió su libertad frente al poder imperial, se destruyeron los edificios de la plaza, se plantaron árboles y los ciudadanos se juraron que nunca volverían a levantarse allí edificios que albergaran poder alguno. La plaza-parque, efectivamente, ha quedado para los novios, los turistas, los amantes del jazz (en verano) y los dueños de perritos encantadores.
Bajando de allí hacía el río se puede ver, en un pasadizo, restos de unas termas romanas, por si alguien dudaba. Antes hay que pasar por la parroquia más antigua, la de San Pedro; en su torre románica lucen las esferas de reloj más grandes de Europa. Enfrente hay una taberna, la Haus zum Schwert, donde paraban Voltaire y Casanova, entre otros; Zúrich, quitando el paréntesis de dictadura religiosa por parte de Zwinglio, en tiempos de la Reforma, ha sido siempre una ciudad muy liberal, refugio de afligidos. La Reforma se inició en la Grossmünster, la iglesia grande encargada por Carlomagno que marca con sus dos torres mochas el skyline de la ciudad. Frente a ella está la Fraumünster o iglesia de Nuestra Señora, gótica; los turistas, sin embargo, no buscan sus hechuras ojivales, sino los tres enormes vitrales que Chagall pintó cuando tenía 81 años; 10 años más tarde volvió, y decidió pintar un rosetón a juego.
En el casco viejo hay rincones deliciosos, y también llenos de historia. En el número 12 de la Siegelgassse vivió Büchner (el dramaturgo autor de Wozzek) y en el 14, el camarada Lenin, rumiando su revolución proletaria. También la parte nueva resulta fascinante; la Bahnhofstrasse, que va desde la estación de tren hasta el lago, es la calle con el metro cuadrado de suelo más caro del planeta. Allí conviven las firmas exclusivas, las 'catedrales' del chocolate (Sprüngli, que es oriunda, Lindt) y las del dinero (UBS, Credit Suisse). En la Bahnhof Stadelhofen ha dejado su impronta Santiago Calatrava, que tiene estudio en Zúrich. El antiguo barrio industrial llamado Zúrich West es ahora un hervidero cultural.
Los amantes del arte no deben perderse una pinacoteca esencial, la Kunsthaus, y si les sobra tiempo, tienen cincuenta museos y un centenar de galerías. Los aficionados a la música también están de enhorabuena: en las iglesias se dan casi más conciertos que misas, y en la âpera o el Tonhalle los conciertos son de la mayor altura. Si se trata de cenar o divertirse, cerca de 2.000 restaurantes y unos 500 bares, clubes y discotecas parecen algo más que razonable para una ciudad modesta. Pero no es la cantidad lo importante, sino la calidad y en eso, al parecer, sigue siendo Zúrich la primera.
Guía para el viajero
Cómo irSwiss (901 116 712, www.swiss.com/spain) ofrece vuelos diarios a Zúrich desde Barcelona, Madrid, Málaga y Palma de Mallorca, y a Ginebra desde Barcelona y Madrid, así como los sábados y domingos desde Málaga. Ida y vuelta se puede conseguir a partir de 79 euros, tasas no incluidas.AlojamientoZúrich es, después de Ginebra, la ciudad con más hoteles de cinco estrellas; para reservas e información: + 41 1 215 4040, www.zuerich.com, y hotel@zuerich.com. Savoy Baur en Ville (Poststrasse, 12, 41 1 215 2525, www.savoy-baurenville.ch), fue el primer hotel abierto en Zúrich junto a la popular Paradeplatz, en 1838, renovado por completo a finales de los setenta en un estilo tradicional, sigue siendo uno de los cinco estrellas con más encanto. Hotel Garni Rütli (Zähringerstrasse 43, 41 1 254 5800, www.rutli.ch, info@rutli.ch), muy moderno y funcional, entre la estación y el casco histórico, ambiente familiar.ComerMünsterhof (Münsterhof, 6, 41 1 211 4340), tradicional con pinturas murales del siglo XIV y precios razonables. Veltliner Keller (Schlüsselgasse, 8, 41 1 225 4040), cercano a la iglesia de San Pedro y abierto en 1551, sigue ofreciendo una cocina sólida y honesta en un marco encantador. Casa Alegría (Schaffhauserstrasse 116, 41 1 8100960) ofrece diariamente tres menús que incluyen especialidades mexicanas, indias, exóticas, ¡incluso suizas!. O Bodega Española (Münstergasse 15, 41 1 251 2310), embajadora desde 1892 de la cocina española en la ciudad.