Rato trabajará de bombero
Saludemos albriciados, como diría el nunca bien ponderado Luis María Anson, el nombramiento que acaba de producirse de Rodrigo Rato como director del Fondo Monetario Internacional, en adelante FMI, por un periodo inicial de cinco años. El hasta ahora vicesecretario general del PP y anterior vicepresidente del Gobierno Aznar va a tener en adelante su domicilio profesional detrás de Murrow Park, a pocos minutos de la Casa Blanca, en la calle 19 de Washington, en la acera de la izquierda, enfrente del Banco Mundial, en un edificio acristalado con un atrio de 13 pisos revestido de mármol claro y adornado con banderas y plantas tropicales.
Cuando Rato acceda a la sede del FMI se verá obligado a pasar junto a una enorme escultura de madera cubierta de pintura cobriza que representa al Garuda, figura mitológica de la tradición hinduista en forma de quimera alada, encargada de llevar al dios-sol Visnú en su viaje incesante alrededor del mundo. Es un regalo del Banco Nacional de Indonesia. La cabeza y las alas son de águila; el tronco y los miembros de ser humano, el rostro es blanco, las alas rojas y el cuerpo dorado. Según la leyenda, este monstruo guerrero devora cada día una serpiente y representa todo lo que hay de bueno en el hombre.
Rodrigo, el único de los tres tenores -Rajoy, Mayor, Rato- que se atrevió a postularse abiertamente como candidato para suceder en las listas del PP al presidente Aznar, quien había comprometido su fecha improrrogable de caducidad en Moncloa, se vio postergado por el dedazo indiscutido del líder carismático sin necesidad de mayores explicaciones. Entonces se dijo en las filas peperas que, si bien el aspirante tenía mucho predicamento en el Partido, también contaba con enemigos declarados y que el todavía presidente comentaba en los pasillos de Moncloa que el vicepresidente nunca le había declarado toda la verdad de sus discutidos negocios familiares. Pecata minuta, en todo caso, en comparación con las pingües comisiones que ahora van aflorando sobrevenidas a favor de Alejandro Agag cuyo vástago inminente, fruto de su unión canónica y escurialense con Anita, vendrá más que con un pan con toda una panadería de lujo bajo el brazo.
Nuestro hombre sale en estos días para Washington pero seguirá siendo una referencia enseguida aureolada de nuevos prestigios internacionales. Del FMI acaba de ser recuperado su anterior director para ocupar la presidencia de Alemania. Así que el regreso de Rato en caso de necesidad, cuando Zaplanas y Acebes dieran por concluido el hundimiento al que tan denodadamente vienen aplicándose y Rajoy decidiera abandonarse a las delicias del Registro de la Propiedad en Santa Pola, sería por completo factible a petición del público que le admira.
Hans Magnus Enzensberger en el capítulo titulado Billones de todos los países, ¡uníos! de su libro Mediocridad y delirio, que debería reeditar Anagrama, traza una apasionante aproximación al FMI. Recuerda que según el artículo 1 del acta constitucional fechada en 1944 en Bretton Woods, el FMI tiene por misión a) fomentar la cooperación internacional, la estabilidad, el cumplimiento de unas normas de comportamiento correctas, un alto grado de empleo, unos ingresos reales altos; b) facilitar un crecimiento económico equilibrado; c) fortalecer la confianza entre los países miembros; d) eliminar desequilibrios; e) conceder asesoramiento técnico; f) reducir desequilibrios y g) proporcionar un foro internacional para la solución de problemas.
Señala certero nuestro autor que tan piadosos propósitos los podría incluir en sus estatutos cualquier Rotary Club y aclara que los folletos, informes y declaraciones del Fondo se rigen por el principio estilístico del eufemismo por lo que sus efectos producen una especie de narcosis intelectual. Enseguida añade que desde el punto de vista del derecho internacional el FMI es una organización especializada de Naciones Unidas sobre la que éstas no pueden tomar decisión alguna porque se atiene a la regla de que quien paga manda y EE UU disfruta de derecho de veto casi permanente al ostentar una cuota del 20%.
En la práctica el FMI desempeña un papel de taller de reparaciones que cobra relevancia en los momentos más negativos, como sucede con los bomberos, que son llamados a intervenir para evitar lo peor, depende de las catástrofes económicas como la policía de los atentados y por eso jamás se quedará sin trabajo. El FMI es la voz de la ortodoxia contra el proteccionismo y a favor de la libre competencia, contra los excesivos gastos estatales. Otra cosa es que cuando la primera potencia incurre en esos estragos, presenta una balanza comercial negativa, multiplica su deuda exterior e incurre en un desbordado déficit presupuestario el Fondo se limite apenas a murmurar algunas frases de tímida censura.