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La industria de los cosméticos pierde a su gran dama

El sector de cosmética y perfumería está de luto. El fallecimiento el pasado sábado de Estée Lauder, la hija de inmigrantes que construyó un imperio multimillonario a partir de un modesto negocio de cremas faciales, ha dejado huérfana una industria que creció al calor de una de las figuras más carismáticas de los últimos años. 'La belleza es una actitud', sostenía, 'no existen mujeres feas, solamente mujeres a las que no les importa o mujeres que no creen en su atractivo'. Una filosofía que la encumbró a lo más alto del mundo del cosmético.

Lauder se propuso desde sus orígenes realizar lo que nadie había conseguido: hacer de una industria marginal, destinada a un sector minoritario, un negocio con futuro y de escala mundial. Con una peculiaridad, ya que esta empresaria logró mantener la independencia de la compañía que fundó en 1946, mientras la mayoría de sus rivales, incluidas Revlon y Helena Rubinstein, se hundían o fusionaban. En el último ejercicio fiscal, el imperio Lauder, que incluye las marcas Clinique y Origins, obtuvo una facturación cercana a 5.000 millones de dólares.

La empresaria, que nació con el nombre de Josephine Esther Mentzer, mostró muy pronto dotes visionarias, al apreciar el potencial de una demanda de élite, que solicitaba productos de calidad y con una presentación atractiva, por los que estaba dispuesta a pagar un sobreprecio. Lauder logró sacarle el máximo jugo, a partir de un negocio familiar de cremas faciales, que inició junto a su tío, el químico John Schotz, allá por la década de los veinte. Los primeros pasos del imperio se dieron en la misma cocina del hogar familiar, donde tío y sobrina experimentaban fórmulas con las que seducir a la clientela de los salones de belleza de Nueva York. Aplicando sencillas recetas de marketing, como demostraciones de maquillaje y muestras gratuitas de productos, Lauder se hizo con una creciente base de clientes. Su insistencia dio frutos en 1948, cuando los grandes almacenes Saks, de la Quinta Avenida, le hizo un pedido y lo vendió en sólo dos días. Se convirtió entonces en la reina del cosmético. 'Yo nunca he trabajado un día en mi vida sin vender. Si creo en algo, lo vendo, y lo hago agresivamente'.

'Nunca he trabajado un día sin vender. Si creo en algo, lo vendo, y lo hago agresivamente'

Celosa de su intimidad, Lauder se negaba a desvelar su verdadera edad, pero la mayoría de sus biógrafos sitúan su nacimiento en 1908, en una familia neoyorquina de inmigrantes húngaros. Se casó en 1930 con Joseph Lauter, con quien fundó Estée Lauder en 1946, después de cambiar una consonante de su apellido. La relación fue tormentosa en lo personal, se divorciaron y volvieron a casar, pero de singular éxito en lo empresarial: ella supervisaba el desarrollo de productos y las ventas, mientras su marido se concentraba en el área financiera. Joseph Lauder murió en 1982, dejando paso a su hijo, Leonard, al frente del grupo.

La empresa fue pionera en la fórmula de dar un regalo por cada compra, sistema para fidelizar al cliente que se convirtió en práctica habitual en la cosmética. En los años noventa, con Estée retirada de la primera línea de la empresa, el grupo se concentró en adquirir productos rivales, como Aveda, de cuidado del cabello y las colonias de Tommy Hilfiger y DKNY.

Lauder fue la única mujer que aparecía en la lista publicada por la revista Time en 1998 con los 20 genios del negocio más influyentes del siglo XX. El nombre de Estée Lauder se mantendrá para siempre como sinónimo de belleza y búsqueda de juventud ligado al éxito empresarial.

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