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Tribuna
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Integrar construcción y promoción

La imagen tradicional de la empresa inmobiliaria está evolucionando y transformándose radicalmente en los últimos tiempos a causa del crecimiento de la demanda, de los cambios ocurridos en el escenario económico y sectorial, así como de los requerimientos y exigencias que el nuevo marco normativo y la evolución de los distintos componentes que forman los precios del producto inmobiliario están introduciendo en una actividad empresarial que, hasta hace menos de una década, se caracterizaba por parámetros de una cierta rigidez.

La actividad de promoción y comercialización era el negocio propio de las empresas del sector, mientras que la realización de los proyectos y, sobre todo, la construcción se contrataban con grupos distintos de la empresa promotora. Así, se dependía de terceros para diseñar y construir los edificios (viviendas, oficinas, servicios), dependencia que generaba unos tiempos de realización a menudo más largos de lo conveniente, y una subordinación del promotor a decisiones ajenas en áreas importantes de la fabricación de los productos inmobiliarios que luego habría de comercializar.

Pero el entorno en el que se desarrolla la actividad inmobiliaria ha cambiado sustancialmente en los últimos años. El marco normativo es ahora más estricto y, en muchas casos, es el promotor el responsable ante posibles fallos en el diseño y construcción; la evolución creciente de la demanda hasta niveles récord año tras año desde 1999 comporta la necesidad de acortar lo más posible los tiempos de producción y construcción y, sobre todo, la evolución de la demanda hacia productos muy determinados en metros construidos, estándares de calidad, distribución de las viviendas, servicios complementarios o tipos de materiales están aconsejando a algunas empresas del sector la búsqueda de estrategias que permitan acometer estos nuevos desafíos con garantías de éxito y con sustanciales aumentos de competitividad en un mercado en alza, pero en el que la concurrencia empresarial es muy elevada y obliga a las empresas más dinámicas a buscar nuevos modos de acometer con éxito los renovados retos que la competencia plantea.

La gestión inmobiliaria integral garantiza la eficiencia del ciclo del negocio de la promoción

Una de estas estrategias, de alcance fundamental, es la gestión inmobiliaria integral, en la que tiene singular importancia la integración de construcción y promoción.

La gestión inmobiliaria integral garantiza la eficiencia del ciclo promotor, desde la adquisición del suelo hasta la comercialización final de las viviendas, incluyendo la construcción, parte del proceso que -junto con el proyecto constructivo- más influye en la idoneidad y calidad del producto final; hace compatible una gestión empresarial más eficaz con la necesaria satisfacción del cliente, que muestra una sensibilidad creciente hacia la calidad y hacia la seguridad de que su inversión -es la mayor que la mayoría de los ciudadanos acomete en su vida- responde a sus expectativas y a los esfuerzos que la mayoría hace para llevarla a buen fin y, en definitiva, posibilita que el ciclo productivo inmobiliario se agilice y acerque lo más posible al cliente potencial.

La integración de la construcción y la promoción presenta una serie de ventajas diferenciales. La primera es que agiliza significativamente la toma de decisiones de la empresa a la hora de acometer una promoción, desde la compra del suelo a precios competitivos y la elaboración de proyectos que satisfagan las necesidades detectadas hasta la ejecución de las obras en plazo, calidad y coste estimado, permitiendo encadenar sin solución de continuidad todo el proceso sin depender de decisiones o propuestas de terceros.

Esta agilización de la toma de decisiones tiene una consecuencia positiva directa para los clientes, que es el acortamiento de los tiempos de ejecución de las obras de construcción, la reducción del precio final de su vivienda y que se traslada, consecuentemente, a los costes finales de la empresa, porque le permite aumentar su productividad y optimizar sus recursos humanos y materiales.

Además, al tener controlado todo el proceso constructivo y de proyectos, hace que la promotora pueda ir adaptando en todo momento su producto a los cambios de la demanda, situación que se torna inviable si esto depende de empresas ajenas con intereses diferentes a la promotora.

Otra ventaja evidente es el hecho de que en todo momento la promotora tiene el control legal y posesión de la obra, lo cual minimiza los riesgos por paralizaciones o por quiebras de terceros que de forma invariable perjudican siempre al cliente final, traduciéndose en mayores costes y retrasos en las entregas.

La creación y aplicación de protocolos propios de calidad bastante más exigentes, por el mero hecho de ser responsables de la construcción y la promoción, es otra ventaja diferencial de esta integración y, probablemente, la más significativa porque será el escaparate de la propia excelencia y la que marcará las diferencias frente a otros competidores, potenciando una imagen de marca reconocible y homogénea, extensible a todas las promociones o iniciativas que la empresa acometa, avanzando en la fidelización de los clientes y, por tanto, en la expansión y crecimiento de la empresa promotora.

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