El respeto debido a la CNMV

La pasividad y falta de criterio de la Comisión Nacional del Mercado de Valores (CNMV) comienza a ser alarmante. Su actuación en casos como el de Antena 3 o el de Avánzit o, sin ir más lejos, en los evidentes movimientos en torno al capital de FCC estos días no hacen sino refrendar la sensación de que no está nunca donde debe estar. Que en unos casos reacciona tarde y, en otros, quizá para compensar, sobrerreacciona.

Una de las acusaciones más extendidas contra la actuación de la Comisión de Valores es que en casos como los citados, Antena 3 o Avánzit, no se ha protegido realmente el interés del pequeño inversor, la misión fundamental del organismo que preside Blas Calzada. Es más, entre el empresariado está cada vez más extendida la falta de credibilidad y de peso específico de la Comisión. Aunque también es cierto que en los últimos meses ha habido una febril actividad legislativa, proveniente de Bruselas, que ha afectado a prácticamente todas las instancias de los mercados bursátiles y que ha sido correctamente resuelto.

Un argumento adicional que pesa como una losa sobre la imagen de la CNMV fue la propia llegada de Calzada al puesto, como consecuencia directa del caso Gescartera. Las decisiones políticas sesgadas no son buenas compañeras de los organismos reguladores. Sin embargo, una intervención política justa y medida puede provocar que se encarrile una situación que se ha salido de su vía.

El mandato de Blas Calzada cumple el próximo mes de octubre. Sería un buen momento para inaugurar una nueva CNMV. De momento, la base de ese remozamiento es prometedora. El PSOE se ha comprometido a que el nombramiento del máximo responsable de la Comisión tenga que estar respaldado por las dos terceras partes del Parlamento. Es indispensable una Comisión de Valores total y absolutamente independiente, al estilo de la SEC o en línea con la reforma recién aprobada en Francia. Pero, sobre todo, es vital que sea creíble y respetada.