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Columna
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Zapatero envía y recibe señales

La victoria en las elecciones del pasado 14 de marzo de José Luis Rodríguez Zapatero al frente de las candidaturas del Partido Socialista tiene perfiles diferenciados muy interesantes de analizar y, desde el primer momento, está suscitando repercusiones internacionales muy extraordinarias. Es un triunfo que desaloja al PP del Gobierno, tomado por sorpresa, que desconcierta a los poderes establecidos, que desmonta algunas falacias como la de la lucha contra el terrorismo a base de invadir Irak y que convierte a la nueva posición internacional de España en una referencia desencadenante en países de la primera línea. En Australia, en EE UU y en Gran Bretaña los Gobiernos temen el efecto dominó si los votantes se contagian y se sublevan contra las mentiras.

Además, lo sucedido desde la proclamación de los resultados viene a probar que el seguidismo y la incondicionalidad enfermiza de los que como Aznar quisieron prosperar como secuaces ha terminado por reducirles a la insignificancia, mientras que la humilde atención a las propias convicciones y el análisis respetuoso con los datos probados puede generar nuevas dinámicas astrales.

El ambiente era por completo distinto cuando en octubre de 1982 Felipe González encabezó la victoria electoral del Partido Socialista, lograda por aquella sin par mayoría absoluta. Entonces, los mercados, las Bolsas, la banca, las organizaciones empresariales, la conferencia episcopal, los antiguos miembros del Frente de Juventudes, los cuarteles generales de Tierra, Armada y Aire, la cofradía de la buena mesa y los abonados de la plaza de las Ventas lo tenían descontado desde hacía más de un año. Todos se habían hecho los encontradizos con el líder o lo habían sentado a su mesa para tantearlo, moderarlo, comprometerlo, prestar algún socorro al vencedor pronosticado que pudiera exhibirse cuando concluyera el escrutinio de las urnas. Antes del triunfo aquí del PSOE, en Francia había ganado las presidenciales el socialista François Mitterrand, pero en absoluto se pronosticaban contagios en otros países.

Qué interesante la pasarela de Botín, González, Caruana, Leal y los que seguirán

Cierto que a partir de septiembre de 1981 se veía venir imparable el triunfo de González y sólo se discutía en quiénes se fijaría como aliados preferentes para completar una mayoría parlamentaria que se juzgaba fuera de su alcance; si optaría por CiU, es decir, por una versión nacionalista pero ubicada en el centro, o si buscaría la coalición con IU, hacia la que algunos prebostes de la sociedad instalada manifestaban abiertos recelos en razón de sus orígenes y vinculaciones con el Partido Comunista, pese al impagable comportamiento de Carrillo y los suyos para hacer posible la dificilísima transición.

Pero desde junio de 1982 nadie preguntó a González por sus alianzas porque quedó fuera de discusión que obtendría mayoría absoluta y haría un Gobierno monocolor, tal vez incrustando algún independiente que pudiera añadir lustre. El secretario general del PSOE se había ido rodeando de gentes sin grandes experiencias pero con notable preparación que nadie discutía y cuando llegó el momento se hizo la luz para formar el Gobierno.

Ahora la situación de Zapatero es muy distinta. A partir de las palabras de gran deportividad ofrecidas en la noche del día 14 por Rajoy para reconocer la victoria del rival y felicitarle, todo han sido mohínes y descalificaciones tendentes a deslegitimar el triunfo del PSOE. Palabras, mohínes y descalificaciones acompañadas del esfuerzo denodado por condicionar la posición internacional del que llega a hacerse cargo del Gobierno, como si fuera de las Azores no hubiera salvación y sólo acamparan los terroristas.

Menos mal que la prensa internacional no se ha dejado cegar por los botes de humo lanzados por las avanzadillas aznaristas y han establecido la mentira como causa coadyuvante de la derrota gubernamental sin levantar acusaciones de cobardía al pueblo español al estilo de las publicadas en el The Wall Street Journal por nuestro compatriota Ramón Pérez Maura.

En todo caso, Zapatero tenía que enviar algunas señales al mundo económico para disipar malos entendidos e insidias como las expandidas por sectores interesados en dificultar su aterrizaje. Lo ha hecho de manera irreprochable con el nombramiento de Pedro Solbes, competencia y honradez sin compañeros de pupitre. El nuevo presidente criticó el intervencionismo aznarista y se comprometió a abstenerse de semejantes comportamientos. Por el momento está recibiendo señales de aceptación aunque haya sido a toro pasado y con los resultados irreversibles. Qué interesante la pasarela de Botín, González, Caruana, Leal y los que seguirán. Por España, todo por España, que dijo el conde de Barcelona cuando abdicó de sus derechos dinásticos.

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