Una nueva mirada de Madrid
Que aunque es confusión Madrid / tiene mucha claridad / su cielo'. Los famosos versos de Tirso de Molina inspiran los tres argumentos de Palabras pintadas, la exposición que se puede visitar desde ayer hasta el 20 de junio en la Fundación Caja Madrid (Pza. de San Martín, 1. Madrid). Palabras pintadas no es una exposición nostálgica ni una exposición histórica ni tampoco una exposición madrileñista, sino una ocasión para redescubrir la ciudad a través de las miradas de sus pintores y escritores más representativos.
La novedad de la exposición es la unión inusual de la literatura más pintura, según Beatriz Blasco, comisaria junto con Miguel Morán de la muestra. Cuadros y fragmentos literarios -no necesariamente coetáneos entre sí- dialogan para perfeccionarse mutuamente y construir la imagen culta de Madrid, capital improvisada desde 1561. Los cuadros expuestos proceden de museos, instituciones públicas y colecciones particulares; algunos se muestran por primera vez al público.
Los comisarios han tratado de demostrar la claridad de su cielo, el dinamismo de sus calles y la excelencia de sus aguas. Una ciudad que careciendo de ambiciosos monumentos encuentra su atractivo en su vida, ya que sigue siendo una ciudad alegre y acogedora. Los comisarios defienden este planteamiento, pero evitando caer en tópicos, 'porque la ciudad puede resultar también muy dura', según Miguel Morán.
Uno de los emblemas de Madrid recuerda que la ciudad fue edificada sobre agua
La sección La claridad del cielo abre el recorrido expositivo. Pinturas de Alonso Sánchez Coello, Giuseppe Canella El Viejo, Antonio López, Ignacio Zuloaga, Aureliano de Beruete, Fernando Puente o Joaquín Sorolla dialogan con los textos de Alberti, Lope de Vega, Gómez de la Serna, Larra, Pío Baroja, Manuel Azaña, Bécquer, Azorín, Emilio Castelar o Antonio Machado.
El azul del cielo da paso a la sección El espíritu del agua. Uno de los emblemas más antiguos de Madrid recuerda que la ciudad fue edificada sobre agua, aunque el pobre Manzanares siempre ha estado en el punto de mira ('río que sólo con exageración podríamos llamar caudaloso', recogía un bando municipal de 1983 de Tierno Galván). Son los múltiples acuíferos que surcan el subsuelo de la ciudad los que dan verdor a sus parques y jardines, en palabras de la comisaria Beatriz Blasco.
Ese obsequio de la naturaleza ha sido visto por pintores como Francisco Bayeu, Antonio Maya, José de Lupiáñez, Jenaro Pérez Villaamil, Eugenio Lucas Velázquez, Alonso del Arco, Serafín Avendaño, Fernando Labrada, Martín Rico, Darío de Regoyos, Carlos de Haes, Fortuny o Eduardo æscaron;rculo. Sus pinturas están acompañadas de textos de Luis de Góngora, Emilia Pardo Bazán, Pérez Galdós, Arturo Barea, Unamuno, Josefina Aldecoa, Juan Ramón Jiménez o Manuel Azaña.
La última parte de la exposición, La confusión del suelo, muestra a Madrid como una ciudad alegre y acogedora (una nueva Babilonia para autores como Luis Vélez de Guevara o Calderón de la Barca).
Obras de Eduardo Chicharro, Luis Paret y Alcázar, Ricardo Baroja, Nicanor Piñole, César Luengo, Amalia Avia Peña, Carlos Díez Bustos o María Luisa Sanz, entablando un diálogo con fragmentos de Muñoz Molina, Mesonero Romanos, Francisco Umbral, Ernest Hemingway, Camilo José Cela, Dámaso Alonso, Juan Luis Cebrián o Joaquín Sabina.