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Columna
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Participación ciudadana

El resultado de las elecciones generales del domingo merece ser analizado en profundidad porque, seguramente, de cuanto ha ocurrido podrán extraerse enseñanzas que no debieran ser olvidadas nunca. Indudablemente, para realizar este análisis con rigor habrá que contar con datos sobre tipología de los votantes en función de la dirección de sus opciones electorales, pero con la información disponible en estos momentos ya pueden extraerse algunas conclusiones de alcance.

La primera de ellas es la gran movilización ciudadana, que ha llevado a una participación del 77,2%, muy próxima a la que se registró en otras dos ocasiones históricas, las primeras elecciones generales de 1977, donde votó el 78,8% de los electores, y las de 1982, tras el intento de golpe del 23-F, donde participó el 80% del electorado.

Los atentados del día 11 parecen haber sido determinantes del aumento de participación de nada menos que el 8,5% respecto de las elecciones de 2000 y, posiblemente, cuando se conozca la dirección del voto en función de la edad y de otras características se demostrará que la participación de los jóvenes ha sido una de las claves del resultado. Seguramente no ha ocurrido como en las elecciones de 2000, cuando, según un estudio del CIS, los electores de 18 a 24 años se abstuvieron de votar casi cinco veces más que los mayores de 55 años.

Estremece pensar en las consecuencias de que el pueblo español hubiera votado sin conocer la verdad

En esta nueva situación histórica, marcada por el dramatismo de los atentados del jueves en Madrid, la gente se ha volcado en las urnas y ha dejado a un lado esa desconfianza que, según otro reciente estudio del CIS de 2002, lleva a que dos terceras partes del electorado estén de acuerdo con una frase tan dura como 'los políticos no se preocupan mucho de lo que piensa gente como yo', o con esa otra idea tan demoledora de que 'esté quien esté en el poder, siempre busca sus intereses personales'.

Pero sería un error tratar de la participación electoral, así como del vuelco que han supuesto los resultados, sin enmarcarlos en el papel que ha jugado esa otra forma de participación ciudadana que no se manifiesta en votos sino que, incluso fuera de los cauces de partidos y sindicatos, se expresa de manera directa y espontánea, con el apoyo en nuevas tecnologías como internet y los teléfonos móviles, que permiten la movilización simultánea e inmediata de miles de personas para comunicarse noticias y convocar concentraciones de protesta, como las de la víspera de las elecciones.

Sin esta forma de participación, la manipulación informativa de que fue objeto el atentado terrorista no hubiera podido neutralizarse a pesar del extraordinario esfuerzo que realizó, casi en solitario y con desmentidos de medios gubernamentales y clericales, la Cadena SER, gracias a las informaciones del Centro Nacional de Inteligencia. Basta con considerar que la audiencia media de dicha emisora es de 4,4 millones de personas diarias, mientras que la televisión estatal cuenta con una audiencia de 16,9 millones de personas diarias, a las que la misma noche del sábado se les puso otra película diferente a la que esperaban con el mensaje subliminal de que el atentado era obra de la misma ETA que, en sus pantallas, asesinaba a Fernando Buesa y a su escolta Jorge Díaz.

Pero la importancia de haber desmantelado la manipulación del Gobierno, que merece ser medida en estudios sociológicos poselectorales, radica además en que rompía el argumento del PP relacionando la amnistía de ETA para Cataluña, el acuerdo PSOE y ERC y la brutal matanza de Madrid, al menos eso surge de la lectura de los resultados electorales en el País Vasco y Cataluña, dos de las comunidades donde el coste electoral del PP ha sido mayor en beneficio del PSOE y, no por casualidad, de ERC.

Además de ello, en los resultados electorales parece haber jugado, de manera esencial, la preocupación de una ciudadanía que no podía seguir dando su confianza a quienes, en contra de su masiva oposición, habían decidido unilateralmente participar en una guerra contra Irak que aparecía, en el comunicado de Al Qaeda conocido el sábado, como motivo principal para el atentado de Madrid.

La información, como defendemos en este periódico, es fundamental para la toma de decisiones económicas y sociales y, en el terreno de la opinión pública, es además un derecho esencial de los seres humanos. Estremece pensar en las consecuencias de que el pueblo español hubiera llegado a votar sin conocer la verdad.

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