Toda la verdad
Tan sólo la imagen de millones de españoles en todas las ciudades del país (en muchas bajo la lluvia) tiene la fuerza suficiente para hacer frente al inmenso dolor causado por la matanza del 11-M en la capital de España. El resto aporta escaso consuelo: declaraciones institucionales, muestras de apoyo internacionales, comunicados. Sólo la fuerza que emana de esa marea humana que ayer se desbordó en riadas logra calmar, si ello es posible, la herida. Los ciudadanos hemos encontrado en esa gigantesca manifestación el punto de apoyo que necesitábamos desde que un grupo de alimañas acabase, en la mañana del jueves, con la vida de 200 personas y dejase heridas a otras 1.400. Dolidos, confusos, los ciudadanos gritamos las consignas a las que recurrimos desde hace años, contra ETA y sus secuaces. Contra el terror que busca torcer la voluntad soberana. Pero, por primera vez, se escucharon gritos inéditos, jamás pronunciados antes, pero repetidos ayer como una salmodia por la multitud: '¿Quién ha sido?' Y otro más: 'La verdad. Antes del domingo'.
La posibilidad de que la masacre sea obra de Al Qaeda o de algún grupo extremista islámico vinculado a la organización de Osama Bin Laden abre una tremenda inquietud. Los datos conocidos ayer se suman a la primera declaración pública del ministro del Interior, Ángel Acebes, el jueves por la noche, de que las autoridades no descartan ninguna línea en la investigación de los hechos, incluida la de Al Qaeda. En la misma línea se manifestó ayer el presidente, José María Aznar. Ambos aseguraron que, de momento, las sospechas recaen principalmente sobre ETA.
Y, sin embargo, la multitud gritaba '¿quién ha sido?' en las calles. Al dolor por la matanza se une, a tan sólo un día de las elecciones, el convencimiento de que existe una posibilidad, aunque sea mínima, de que los acontecimientos del 11-M en Madrid tengan relación con el papel desempeñado por el Ejecutivo de Aznar en la guerra de Irak. Tanto Aznar como Acebes, ante la insistencia de los periodistas durante la comparecencia de ambos, utilizaron dos parapetos. El primero, los escasos datos y la confidencialidad con la que se deben manejar estas situaciones. El segundo, la absoluta profesionalidad de los investigadores y miembros de las fuerzas de seguridad del Estado. Ambos son correctos.
Nadie, cosa loable, ha puesto en duda a los responsables de la seguridad de todos. Desde los dirigentes políticos de la oposición, empezando por el PSOE, hasta los medios. Nadie concede más veracidad al comunicado de ETA, en el que niega su implicación en la matanza, que al ministro del Interior. Nosotros tampoco.
Pero aquí sí se abre un espacio a la crítica, siempre desde la lealtad institucional, pero de profundo compromiso con los ciudadanos. No resulta correcto que el ministro del Interior, conociendo como conocía, desde la mañana del jueves, la existencia de la pista islámica, centrase únicamente en ETA todo su discurso. Y tampoco que revelase este dato cuando todo indicaba que estaba a punto de saltar a los medios de comunicación. Nadie pretende, con estas críticas, cambiar el voto del domingo. Los ciudadanos deben votar exactamente lo que pensaban hacer antes de los atentados. Porque lo contrario sería conceder el triunfo último a los terroristas, especialmente si el responsable resulta ser ETA. Pero el ministro debe actuar en este tema, el de la transmisión de la información a los ciudadanos, con una escrupulosidad inmaculada para no cargar con una mancha histórica que ningún político ni ningún Gobierno de España merece.