_
_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Decisión concentrada

Cuando comenzó el proceso autonómico se alzaron algunas voces que vaticinaron el declive económico de Madrid. Afirmaban que con el poder político más descentralizado, las decisiones económicas también se descentralizarían. Casi treinta años después, el fenómeno ha sido exactamente el contrario. Cada año que pasa, Madrid gana peso económico frente al resto de España. Jamás en nuestra historia, la capital había supuesto tanto poder económico como ahora: se está produciendo un fuerte proceso de concentración de los centros de decisión económica. ¿Por qué? Pues en algunos casos, ese proceso responde a decisiones de empresas que como consecuencia de su adaptación a la integración europea y a la globalización trasladan sus sedes hacia Madrid. Casi todas las multinacionales, extranjeras o españolas, tienen allí su sede, y muchas de las que todavía se mantienen en la periferia están pensando en trasladarse, ya que es en la capital donde se encuentran los organismos reguladores correspondientes, el aeropuerto internacional, o la mayoría de sus posibles clientes. Pero esta tendencia natural de mercado se ve potenciada por el conjunto de políticas que han instalado todos los nuevos centros de decisión en Madrid. Todos los nuevos organismos públicos reguladores de la economía -como la Comisión del Mercado de Valores, la Comisión del Mercado de las Telecomunicaciones, la Comisión Nacional de la Energía, o el Tribunal de Defensa de la Competencia- han instalado su sede en Madrid, y no en cualquiera de las demás ciudades españolas. Otro es el hecho de que las privatizaciones y las fusiones de empresas anteriormente públicas han provocado el traslado hasta Madrid de sus sedes, que habían contribuido hasta entonces al dinamismo económico territorial y un sistema multipolar periférico. En resumen, todo para Madrid, mientras la periferia perdía a pasos agigantados centros de decisión económica. Esta política centrípeta de Estado es responsable, en gran parte, de la megacefalia que en población y empleo supone hoy la capital del reino con respecto al resto de España, desproporción que sigue en aumento y que puede llegar hasta extremos preocupantes, tanto para la inhabitabilidad de la megaurbe como para las posibilidades de desarrollo articulado del conjunto de España. Un alto porcentaje de jóvenes universitarios tiene que emigrar desde sus tierras de origen hasta Madrid, donde encuentran mayores posibilidades de desarrollo profesional, descapitalizando en talento a sus tierras de origen.

No todos los países occidentales han practicado esta política miope. Así, Alemania tiene la sede de la Comisión Nacional del Mercado de Valores en Francfort, la de la Comisión Eléctrica en la pequeña ciudad de Eschborn, y la de la Comisión de las Telecomunicaciones en Bonn, una vez trasladada la capital a Berlín. En Italia, la Comisión Reguladora de las Telecomunicaciones tiene la sede en Nápoles, y la Comisión Reguladora de la Electricidad está en Milán. Lo mismo ocurre en otros Estados de la Unión Europea, así como en EE UU, donde existe una prolongada tradición de descentralización económica. En estos países se ha practicado una política de repartir juego entre todo el territorio. No ha sido así en el caso español, donde se ha optado por la centralización más absoluta.

El diseño radial de las nuevas infraestructuras de comunicaciones y transportes también ha fomentado la centralización y perjudicado el equilibrio territorial y el desarrollo económico. Volvemos a caer en el error cometido en el siglo XIX, cuando el diseño centralista de la red de ferrocarriles y carreteras obstaculizó el crecimiento y dio lugar a importantes perdidas de competitividad, bajo el criterio de: 'todas las ciudades a 'x' horas de Madrid'. No deja de ser chocante que el corredor mediterráneo, que va desde la frontera francesa hasta Cádiz -uno de los ejes de mayor capacidad de crecimiento y por donde transcurre la autopista de peaje de mayor tráfico y mayor rentabilidad-, no tenga prevista una línea de ferrocarril de alta velocidad que lo aproveche y potencie, ni que haya quedado completamente cerrada por autovía. Con el transporte aéreo sucede algo similar.

Si no cambiamos las políticas de concentración de centros de decisión, el malestar frente al sistema se incrementará

Si no cambiamos las políticas estatales de concentración de centros de decisión -que potencia la natural tendencia centrípeta de mercado-, la ineficiencia territorial y el malestar frente al sistema se irá incrementando. Todos debemos tomar nota.

Newsletters

Inscríbete para recibir la información económica exclusiva y las noticias financieras más relevantes para ti
¡Apúntate!

Archivado En

_
_