Reducción de impuestos y fraude fiscal
El Partido Popular y el PSOE ofrecen en sus programas una reducción de impuestos, pero con importantes matices según la formación política de que se trate. La pregunta ante tales ofrecimientos es si es posible bajar más los impuestos y hasta dónde.
Las reformas del Partido Popular no solamente los han reducido, al menos los principales (impuesto sobre el rendimiento de las personas físicas, IRPF; e impuesto de sociedades), sino que no ha disminuido la recaudación. Ello se debe a que tal reducción ha comportado mayor actividad económica, sin perjuicio del efectivo crecimiento económico.
Sin embargo, el factor clave ha sido que una reducción de impuestos desincentiva el fraude fiscal, produce un ensanchamiento de las bases declaradas y un afloramiento de la economía sumergida.
Tal ofrecimiento puede ser mal entendido en la medida en que se piense que una reducción de impuestos siempre es posible, percepción errónea, ya que no sólo toda reducción tiene sus límites, sino porque puede obligar a reducir determinadas políticas de gasto. Se olvida, igualmente, que tan importante es reducir los ingresos como los gastos y que una política efectiva sobre estos últimos puede ser tan progresiva como hacerlo sobre los ingresos.
La reflexión es hasta dónde estamos dispuestos a reducir los impuestos sin exigir más contrapartidas. Por ejemplo, si queremos una sanidad mejor y mayores prestaciones sociales puede ser inevitable aumentar los impuestos.
La reducción impositiva tiene su límite en la medida en que ésta ya no permita una mayor recaudación, bien sea por la casi eliminación tanto del fraude fiscal como de la economía sumergida, bien sea por la nula incidencia de la reducción en la actividad económica.
Sin embargo, existe otra forma de reducir los impuestos sin mermar la recaudación ni necesidad de que la reducción comporte un efecto inducido positivo. La vía es la eliminación total o selectiva de los incentivos y beneficios fiscales, especialmente de los que no cumplen con la finalidad para la que se concibieron.
Es una realidad, por ejemplo, que la deducción por vivienda no ha producido tan sólo un encarecimiento de la misma e igualmente un incremento de los tipos de interés que van asociados a su compra, sino que no siempre se utiliza la deducción con la finalidad prevista.
Habrá también que estudiar si los incentivos en investigación y desarrollo (I+D) están siendo efectivos y si las aportaciones en planes de pensiones están cumpliendo su finalidad.
A pesar de no disponer de todos los datos, también es posible que el tipo medio efectivo en el impuesto sobre sociedades de las grandes empresas sea hoy inferior al tipo medio efectivo de las pequeñas y medianas empresas, al incidir muy poco en las últimas los incentivos más importantes como el de investigación y desarrollo.
Por otra parte, si bien aún hay margen para reducir los impuestos, como en el impuesto sobre el rendimiento de las personas físicas, dicha reducción es mayor en los tramos más bajos (tipo mínimo) y en los más altos (tipo máximo) pero mucho más atenuada en los medios, que son los que afectan a la generalidad de los contribuyentes, efecto cuyo coste recaudatorio sólo podría asumirse si se reducen alguno o todos los incentivos actuales.
En gran medida esto es lo que el PSOE ha propuesto, aunque opino que sin ser consciente de ello. Este cambio de 'modelo fiscal', propuesto hace ya tiempo por cualificada doctrina española y en pleno debate en Alemania, es al que deberemos ir en pocos años; no tan sólo porque ya no sea posible reducir más los impuestos, sino porque el nuevo modelo puede comportar una mayor y mejor redistribución de la riqueza.
æpermil;ste es, en definitiva, el debate fiscal que implícitamente está en los modelos de una y otra formación política.