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CincoSentidos

Un puro placer habano

Cuentan los cronistas de la época del Descubrimiento que fue el explorador Luis de Torres, compañero de Colón, uno de los primeros europeos que se inició en el hábito del tabaco. Aquellos tubos de plantas aromáticas, enrolladas en los labios, que se encendían por un extremo y por el otro se absorbía el humo, se convertirían con el tiempo no sólo en un pilar económico básico de Cuba, sino también, junto al buen comer y el buen vino, en uno de los placeres más cotizados en los cinco continentes. Eso sí, de lujo.

'Dicen que el Cohiba es caro, pero cuando lo fumes, piensa en el número de manos que han trabajado en él' razona Emilia Tamayo, quien acumula experiencia de décadas como directora de la fábrica de donde sale la prestigiosa marca de puros comercializada por Corporación Habanos, participada a medias por el Estado Cubano y la hispano francesa Altadis.

La singularidad del puro habano bien puede justificar su precio. Las características de la tierra cubana, el clima, la cultura de los tabaqueros transmitida entre generaciones y el mimo en el procedimiento confieren a estos cigarros cualidades únicas.

La planta del tabaco, procedente de América del Sur, se adaptó con facilidad a Cuba y dio lugar a una de las zonas tabaqueras más importantes del mundo, Vuelta Abajo, en el valle de Viñales. Allí, al oeste de la isla, entre mogotes y palmeras, los cultivos, o vegas, se intercalan con casas de curado, tapados y viviendas-bohío, un paisaje que se repite a lo largo de la región.

Es en estas vegas donde José Pando del Toro, agricultor descendiente de canarios, atiende y cuida sus plantas, que muestra con orgullo mientras asegura que nunca tuvo una mala cosecha gracias a un 'secreto' que se niega a desvelar. O donde Vladimir Andino, director del Instituto de Investigación del Tabaco, explica el proceso, las variedades y los enemigos que acechan las plantas, con nombres variopintos como pata prieta y flor de tierra. O donde Josefa Rivero dirige un taller de selección de hojas, en el que 200 mujeres se afanan durante ocho horas diarias.

Ellos, y miles de personas más que trabajan en la tercera industria del país, por detrás del azúcar y el níquel, juegan un papel básico en el proceso que va 'del semillero al cenicero': totalmente manual, cada una de las cinco hojas de tabaco de las que se compone un puro, tres para la tripa, una para la estructura (capote) y otra para agradar la vista (capa), pasa por una decena de fases, entre recolección, secado, escogida, despalillo...

El punto culminante se alcanza unos 200 kilómetros más allá, en La Habana, en la fábrica recién remodelada H. Upmann, de donde en unos meses saldrá la nueva vitola llamada Edmundo, o en la espléndida villa de El Laguito, dirigida por Emilia. Con el eco de fondo de los oradores, que a través de altavoces leen, o más bien interpretan, desde noticias hasta una novela de Isabel Allende, los torcedores dan forma con enorme habilidad a unos puros que rayan la perfección. Y más vale, porque sólo los que tengan la calidad necesaria serán incluidos, también a mano, en las cajas que llegarán a los consumidores más exigentes.

Este proceso es el que blinda, no todo lo deseable, a los puros contra la imitación. 'Podrán robar la variedad, intentar llevar la tierra... pero nunca tendrán habanos'.

Al oeste de la isla, las vegas se intercalan con mogotes y palmeras

Cinco generaciones de Robaina

Si hay una leyenda viva del tabaco en Cuba, es Alejandro Robaina. Este octogenario, de antecedentes canarios y santanderinos, ha llevado por todo el mundo el apellido de su abuelo, pionero en la familia en dedicarse al negocio tabaquero. 'Ser Robaina se lleva en la sangre' dice con orgullo cuando explica que cinco generaciones de su familia se han dedicado al cultivo de la capa, la parte más noble del cigarro. Se inició en el negocio con 12 años y todavía hoy pasea dos veces al día, la primera por la mañana, justo a la salida del sol, para observar sus plantas: 'El que sale temprano, se moja temprano y tiene tiempo de secarse'.El prestigio del cultivador llevó al Estado Cubano y Altadis a lanzar hace cinco años una marca con su nombre. Robaina alega con modestia: 'Ha sido un placer para la familia, no para mí' y se queja con sorna de que el éxito ha traído un aluvión de visitas diarias a su casa. æpermil;l sigue degustando tres o cuatro veces al día un puro. 'No fumo más porque tengo una pila de gente detrás mía para evitarlo'.

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