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Columna
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¿Y si gana Kerry?

Parece que las elecciones norteamericanas se presentan más abiertas de lo que presumíamos hace apenas un año. La rápida y brillante victoria del Ejército norteamericano en Irak dejaba aparentemente sin resuello a un Partido Demócrata dividido y sin alternativas. La Norteamérica urbana y también la profunda veían en George W. Bush un presidente imbatible dispuesto a ganar todas las batallas.

La economía empezó a moverse en un sentido favorable, incrementándose el consumo privado, y algunos conglomerados industriales daban signos crecientes de recuperación. El enorme déficit acumulado se justificaba por razones de patriotismo, cerrando así cualquier crítica proveniente del campo demócrata. Sabido es que cuando el rigor intelectual y político no acompaña algunas decisiones es bastante habitual en la política estadounidense apelar al 'destino manifiesto', teñido con unas buenas dosis de patriotismo para no tener que explicar los inconvenientes de las grandes decisiones políticas.

Sólo fueron perceptibles ciertos carraspeos de Alan Greenspan en sus últimas comparecencias, ya que la Reserva Federal parece haber entrado también en una fase de comprensión hacia las necesidades políticas de la Administración Bush.

En España tenemos un problema. El presidente Aznar ha apostado fuerte para que Bush sea reelegido

Todo estaba, pues, dispuesto para que la reelección se presentara como un paseo triunfal. Incluso los escándalos financieros que se suponía iban a afectar al Partido Republicano por tratarse de grandes empresas vinculadas con quienes ostentan el poder dejaron apenas algunos arañazos y sólo se produjeron algunos cambios significativos en la Administración republicana, como la salida de Richard Perle, el ideólogo de los valores ultraconservadores que jugo un importante papel en la aventura de la guerra iraquí. En definitiva, nada que impidiera confirmar el liderazgo político de Bush. En lo económico, sólo los leves carraspeos de Greenspan, ya que un dólar depreciado respecto al euro no es un argumento menor para ayudar a recuperar el crecimiento.

Pero se complicaron las cosas en Irak y se puso en evidencia no sólo que no existían un plan y una programación para ejecutar la ocupación de la postguerra sino que las armas de destrucción masiva no existían. La Norteamérica urbana y también la Norteamérica profunda empezaron a darse cuenta que las motivaciones que pretendieron justificar la intervención militar en Irak eran pura mentira. Ni había armas de destrucción masiva, ni existía la menor conexión entre Bin Laden y el régimen iraquí. También es sabido que a las buenas gentes norteamericanas no les gusta nada que sus políticos les mientan, que les engañen. Y de este sentimiento surgió la recuperación del Partido Demócrata, en un primer momento con Howard Dean, ex gobernador de Vermont y, ya de una manera más sostenida, con John Kerry.

El senador Kerry será el seguro ganador del Supermartes de mañana y será nominado candidato demócrata a la Casa Blanca. Es cierto que también estuvo a favor de la guerra y de la intervención militar en Irak, pero ha sabido conectar con el sentimiento generalizado del engaño haciendo ver a sus votantes que a él también lo engañó Bush cuando voto a favor de la guerra en el Congreso. El argumento puede tener un punto de oportunismo pero ha funcionado y seguro que nos dirigimos a una campaña electoral abierta y disputada.

En España tenemos un problema. Nuestro Gobierno apostó por una política exterior y de alianzas que nos llevó al lado de la Administración Bush. El premio sería un cúmulo de inmensos beneficios para España y los españoles, tal y como nos anunció en su día el hermano pequeño, Jeb Bush, Gobernador de Florida. Lo cierto y verdad es que esos beneficios tangibles no se ven por ninguna parte y recientemente hemos perdido un importante contrato para equipar al nuevo ejercito iraquí que ha sido adjudicado a una empresa norteamericana.

No obstante, el presidente Aznar apostó fuerte y alto para que Bush fuera reelegido. Es verdad que recibió el premio personal de ser el primer presidente español que ha hablado en el Congreso de EE UU. Es sin duda un gran honor. Pero en el acto no estaba presente su gran amigo el presidente Bush ni tampoco el senador Kerry.

¿Y si gana Kerry? ¿A quién le vamos a reclamar los inmensos beneficios que nos prometio la Administración Bush?

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