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Análisis

Mercados sin aliento

Juan Ignacio Crespo

Los fondos han retrocedido en rentabilidad a lo largo de los últimos nueve días. Los mercados, que habían iniciado el año 2004 con un fortísimo impulso, han empezado a titubear antes de que terminara enero. ¿Qué significan estas dudas?

Por una parte está claro para todo el mundo que los mercados vivieron en 2003 una verdadera luna de miel con el destino. Con aspectos muy peligrosos, pues si una de las bases de la diversificación es repartir la cartera entre activos no correlacionados, la subida continuada en la que se vieron inmersos casi todos ellos el año pasado podría ser preludio de las retiradas también en todos los frentes.

De hecho, si se exceptúa la renta fija en los meses de verano, en 2003 se produjo una tendencia alcista de la renta variable; de la propia renta fija, en primavera y en otoño; de los precios del sector inmobiliario; de las materias primas, incluyendo oro y petróleo y, en fin, de sus variedades, pues si bien fueron los mercados de renta variable occidentales, mejor lo hicieron aún los emergentes que, en algunos casos, como el de Latinoamérica, desdeñaron la inestabilidad política casi endémica que afecta a Venezuela o la amenaza destemplada del presidente de Colombia de interrumpir el pago del cupón de la deuda exterior. Ni la renta fija privada se ha alterado mucho con el asunto Parmalat, ni los problemas de los fondos de inversión norteamericanos han perjudicado en los más mínimo la marcha de los mercados.

¿Son estos signos de tranquilidad un síntoma de adormecimiento frente a los riesgos? ¿O, simplemente, que se está produciendo esa alternancia de fases que hace que cuando las Bolsas están en racha negativa no haya ninguna buena noticia que consiga entonarlas, y cuando en racha positiva tampoco hay noticia mala que consiga amargarles la fiesta? Pero, si fuera este el caso, ¿cuánto más va a durar la situación de optimismo generalizado?

El crecimiento de la economía de los EE UU es algo que se da por descontado para el año en curso y eso parece que está dando soporte a tanto optimismo. A la vez, esa misma perspectiva es la que hace temer una subida de los tipos de interés ante la que nunca está claro cual va a ser la reacción de los mercados. Ni siquiera es probable que la reunión del G-7 de este fin de semana vaya a darle una dirección en ninguno de los dos sentidos a la cotización del dólar. Y, sin embargo, es el dólar lo que va a decidir el próximo destino del precio de todos los activos.

La mejora del año pasado entraña aspectos muy peligrosos

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