Resultados y confianza superan las mejores expectativas
Wall Street sorprendió a los inversores el lunes con una mejora importante en la última hora. Los principales índices alcanzaron los niveles más altos de los últimos 21 meses. Una vez más las dos razones de peso fueron las expectativas de mejora económica alentadas por las últimas encuestas de clima empresarial y de confianza de los consumidores tanto en Europa (informe IFO) como en Estados Unidos. Los resultados empresariales superan, por su parte, los mejores pronósticos y representan la gran baza jugada por los participantes en el mercados.
Hasta ahora se conocen el 65% de los resultados del cuarto trimestre en el S&P 500, el índice más seguido en el mundo tras la muerte hace tiempo del Dow Jones como indicador de confianza. Este porcentaje aumentará durante las próximas semanas con 175 compañías que terminarán la temporada más esperada por los profesionales del mercado tanto en Wall Street como en el resto de las principales Bolsas del mundo.
Los resultados publicados reflejan probabilidades cada vez más altas de que se batan las previsiones de crecimiento de los beneficios manejadas por los expertos hasta hace muy pocos días entre 2 y 3 puntos porcentuales hasta alcanzar una cifra de crecimiento global de los beneficios en el entorno del 27%.
Si se confirma la cifra, se trataría del mayor aumento trimestral en los beneficios desde el tercer trimestre de 1993, cuando registraron una subida promedio del 30,3%. Claro está que siempre hay bajistas y agoreros en el camino de las Bolsas, que no es precisamente de rosas. El argumentario, en este sentido, es que los beneficios en los próximos meses serán peores, porque beneficios pasados no garantizan los futuros.
El miércoles, no obstante, llegó lo que nadie quería: el cambio de sesgo de la Fed. Wall Street lo acusó al principio, pero sin sobresaltos.
El dólar y su guerra particular
William Pesek es columnista de Bloomberg News. Escribía hace unos días que, 'desde Brasilia a Seúl, los ministros de Finanzas están obsesionados por el dólar estadounidense. Su declinación podría tener un gran impacto en el sistema financiero global. Sin embargo, en vez de preguntarle al secretario del Tesoro John Snow si EE UU todavía favorece un dólar fuerte, los funcionarios deberían mirar a Asia. Independientemente de adónde quiere el Gobierno de Bush que vaya el dólar, los asiáticos se decidieron por la política del dólar fuerte, y no están a punto de renunciar a ella. EE UU, por su parte, robó la táctica asiática de devaluar para crecer. Si bien Snow no lo dice, EE UU parece bastante feliz con la caída del 10% sufrida por el dólar contra el yen y de cerca del 16% contra el euro en el último año'. Viene a colación el asunto por la renovada presión sobre los mercados de divisas, con el dólar, que no el euro, en el epicentro.