Un ejercicio de mejor a peor
Durante la crisis bursátil ha sido tradición que los analistas y los banqueros, a la hora de pintar de rosa una panorama negro como el carbón, utilizasen la misma argucia que inventó en su día algún gobernante: prometer que la segunda mitad del año será mejor. De este modo aciertan en un principio porque el panorama, de hecho, estaba complicado. Y para cuando llegaba el segundo semestre, nadie se acordaba de cuáles eran las previsiones, porque bastantes complicaciones tenía el mercado como para cotejar predicciones con realidad.
Ahora la cosa es al revés. Prácticamente todos los analistas consideran que lo mejor del año, en términos bursátiles, vendrá en los primeros tres meses, y que posteriormente los mercados pueden afrontar una larga etapa de tendencia horizontal, si no de tomas de beneficios.
Las implicaciones de este convencimiento se pueden leer de distintas formas. ¿Suben ahora las Bolsas porque el mercado está convencido de que la recuperación está encarrilada? ¿O son los gestores quienes, imbuidos de un sentimiento de carpe diem, intentan maximizar las plusvalías en enero para tener el año más o menos solucionado?
En realidad, ambas hipótesis son verosímiles. La Bolsa lleva 10 meses sin sufrir recortes significativos. Un periodo aún corto como para dar por cerrado el mercado bajista. Ni el más optimista de los expertos cree que hayan vuelto las vacas gordas. Dado este sentimiento de mercado, sería incoherente afirmar que la Bolsa subirá en torno al 30% durante dos años seguidos. Por lo tanto, y visto que el año se ha estrenado con ánimo comprador -el volumen de negocio es alto-, pues habrá que decir que no, que la Bolsa frenará posteriormente. Con lo cual se sigue comprando, o aconsejando comprar, pero sin abandonar el escepticismo de fondo.
Un reciente informe de Credit Suisse señala que precisamente esta mezcla de esperanza y cautela es una sólida base para el comportamiento próximo de los mercados. En estos momentos no hay cartera alguna en la que se sobreponderen los bonos y, en consecuencia, o se juega a la renta variable o no se juega, es decir, se deja el dinero quieto en activos monetarios.
Como ejemplo, el banco suizo cita el bajo porcentajes de liquidez que tienen en cartera los fondos de pensiones europeos, 'inusualmente baja para esta etapa del ciclo'. También menciona las altas primas que se pagan en los mercados de opciones -similares a las de marzo y octubre pasados-, que indican que la protección frente al riesgo se paga cara.