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CincoSentidos

Como en pleno verano

Es una suerte que el mundo vaya al revés -vistas las cosas desde un hemisferio del planeta y en lo que al clima se refiere-, aunque ocurre por desgracia en bastantes cosas más. En fin, que comienza el verano. En el hemisferio sur, y en el Caribe, que viene a ser ahora algo tan a mano como antes lo era la playa de Valencia. Ese Caribe accesible es, sobre todo, el de los paquetes y los resorts turísticos. Conviene emplear ese anglicismo porque un resort es algo más que un complejo hotelero, es casi una filosofía de vida. El mejor de los mundos posibles -que diría Leibnitz- en chanclas y bata de baño. Un mundo cerrado y autónomo de comodidades (y a veces, ay, de aspiraciones). Si hubiera que poner un ejemplo prototípico, el binomio Punta Cana-Playa Bávaro se viene a las mientes casi por inercia.

Allí, en el oriente de República Dominicana, se extienden esas playas de ensueño que sirven para vender ilusiones y bebidas alcohólicas. Según estudios de Naciones Unidas, esas riberas entre Punta Cana, Bávaro y Playa Macao figuran entre las más hermosas del mundo, ellos sabrán. Lo cierto es que en aquel rincón han prosperado como hongos los resorts, en diversas modalidades y categorías; la fórmula suprema, ya se sabe: te anillan a la muñeca una pulsera y con ese mágico talismán no tienes que ocuparte de otra cosa más que de pedir lo que desees.

Restaurantes, bares, instalaciones deportivas, todo se te rinde, hasta metido en la piscina puedes tener cuantas piñas coladas te pida el cuerpo con sólo levantar un dedo. O sea, el paraíso.

Sin embargo, hasta el paraíso cansa -y eso que todavía no es eterno-. Al final uno quiere salir y encanallarse un poco, sobre todo porque sospecha que hay otra realidad en torno a esa pompa feliz.

En los propios recintos de Punta Cana o Playa Bávaro basta con alejarse hasta el confín de la playa vigilada para encontrar una muchedumbre de artesanos frágiles y marchantes de pintura naíf o, simplemente, gente.

Una excursión corta -mejor en vehículo alquilado- permite conocer en pocos minutos un mundo palpitante, el de los campos de caña de azúcar, las vías muertas de trenes de carga, pueblos como el de Otra Banda, con casas de madera teñida de colores imposibles, o el ajetreo de Higüey, sobre todo si hay función religiosa en la Basílica de Altagracia, que es de los años cincuenta, pero parece un quiosco de la Guerra de las Galaxias.

Una excursión algo más generosa nos puede aproximar al Parque Nacional del Este y la isla Saona. En esta región puso pie Cristóbal Colón en su segundo viaje, y uno de sus acompañantes italianos, el savonés Micchele de Cuneo, descubrió y dio nombre a la isla. La verdad es que aquello no ha debido de variar mucho de como lo vio Colón. Es naturaleza virgen, apenas molestada por el puñado de turistas que rondan en catamaranes de lujo o hacen picnic y barbacoas en el borde breve de la isla. Más allá de los cocoteros grácilmente combados, como en los anuncios, en la espesura llana del parque, se esconde una de las reservas animales más nutridas del país, y también restos arqueológicos y cuevas con pinturas precolombinas.

Al sur de este parque se encuentra otro lugar sorprendente: la cuenca del río Chavón. Un paraje de aspecto selvático y palmeras enhiestas, un déjà vu para cinéfilos: allí se rodaron algunas escenas de Apocalypse Now. En esa maraña vegetal han apostado su guarida algunos millonarios o famosos que no quieren ser molestados. Entre otros, Julio Iglesias.

En los años setenta, un americano excéntrico (y presidente de petrolera) tuvo la ocurrencia de crear un pueblo ¡renacentista y mediterráneo! Arquitectos y decoradores de cine levantaron Altos de Chavón, con materiales acarreados de ultramar y desportillados adrede para dar al pastiche una pátina de verdad. Hasta hicieron un anfiteatro romano (que, por cierto, inauguró el mismísimo Frank Sinatra). Y una iglesia dedicada a San Estanislao, el rey santo polaco y medieval cuyos despojos, lo que son las cosas, vinieron a parar a este santuario: los envió el papa Juan Pablo II, que también es muy dado a esto de los viajes.

A sólo seis horas de vuelo se encuentran playas de ensueño en las que disfrutar del verano en pleno mes de enero

Guía para el viajero

Cómo ir:Iberia (902 400 500, www.iberia.com y agencias de viajes) ofrece un vuelo diario y directo desde Madrid a Santo Domingo y dispone de cómodas conexiones para viajar desde cualquier otro aeropuerto de la red de Iberia. Hasta el 10 de enero de 2004 hay una oferta de 612 euros el billete de ida/vuelta.Viajes organizados: Viva Tours ofrece un paquete de 9 días/7 noches en hotel de 4 estrellas y régimen de todo incluido en La Romana, incluido avión ida y vuelta, traslados, seguros y asistencia en destino, desde 1.776 euros. Alojamiento y comida:Paradisus Punta Cana (+1 809 6879923, en Playas de Bávaro, Higüey, a 20 minutos del aeropuerto de Punta Cana, y 197 de la capital, Santo Domingo), es el buque insignia de la cadena Meliá en la zona. Este lujoso resort todo incluido se extiende junto a la playa rodeado de jardines e instalaciones deportivas y cuenta con diversos restaurantes, bares, etc., así como producción propia de espectáculos de calidad; el precio de la habitación doble es a partir de 560 dólares en régimen de todo incluido.Meliá Caribe Tropical (+1 809 2211290, en Playas de Bávaro, Higüey / Alta Gracia) es un complejo compuesto por dos hoteles, Meliá Caribe y Meliá Tropical, rodeados de jardines y una exuberante vegetación. En primera línea de playa, el hotel cuenta con playa privada de fina arena blanca y más de 500 metros, rodeada de cocoteros y bosque tropical. La habitación doble en régimen de todo incluido, a partir de 280 dólares.El complejo cuenta con varios restaurantes y los huéspedes pueden utilizar los servicios de cualquiera de ellos en los tres hoteles.Central de Reservas: 902 144 444.

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