'Outsourcing' del Ejército
Las solemnidades de la Pascua Militar permiten un ejercicio de reflexión interesante, además revestido con los mejores oropeles. En el salón del trono de Palacio el ministro del ramo y el Rey pasan revista anual, desde sus propias perspectivas, a las tareas cumplidas en el ámbito de la Defensa y de las Fuerzas Armadas ante una escogida representación de los tres Ejércitos y de la Guardia Civil que allí se congrega. Los generales, jefes, oficiales, suboficiales, clases de tropa y marinería acuden con uniforme de media gala y los civiles, por una vez, comparecen sin hacer esa exhibición de excentricidades indumentarias a la que suelen entregarse en ocasiones castrenses. Cómo se agradece que correspondan al anterior decoro los caballeros vestidos de chaqué y las damas de traje largo, según ejemplificaba con toda elegancia doña Sofía el pasado martes.
La Pascua Militar era durante los últimos años del franquismo una oportunidad de lanzar toda suerte de advertencias por los ministros del Ejército, de Marina y del Aire, tenientes generales y almirantes, imbuidos de esa misión imposible que el generalísimo les había conferido en el Cerro de Garabitas hacia el año 1962 ante una concentración de ex combatientes, cuando queriendo responder a la mirada cargada de incertidumbre de quienes empezaban a preguntarse 'después de Franco, ¿qué?' pretendió ofrecerles la fórmula mágica de la perennidad, del movimiento continuo, que él mismo había declarado 'por su propia naturaleza permanente e inalterable', e hizo la proclama del 'todo quedará atado y bien atado, bajo la guardia fiel de nuestro Ejército'. Es decir, reiteró su desconfianza en el pueblo español mientras pensaba poner a salvo su destino dejándolo en manos de las Fuerzas Armadas.
Sobre qué podía esperar un Rey fuera del consentimiento popular si optara sólo por basarse en el apoyo exclusivo de las armas, don Juan Carlos estaba avisado por la historia de su abuelo y por la inminencia de su cuñado. Sabía bien cómo don Alfonso XIII, al dar su apoyo a la dictadura de Primo de Rivera, se vio después arrastrado por la caída del general y había visto la suerte corrida por su coetáneo Constantino de Grecia tras el respaldo ofrecido al golpe de los coroneles que terminó por dejarle también en el exilio. Por eso dirigió sus esfuerzos a lograr que el Ejército de Franco pasara a ser el Ejército de España y se ganó la corona cuando apostó por la Constitución frente al golpismo de Tejero y demás acompañantes.
Es imposible desplegar los contingentes cada vez en más escenarios mientras se reduce el número de reclutados
Por eso, Juan Carlos I fue transformando el sentido de la Pascua Militar y dotando a la fiesta de un propósito pedagógico, con el que tuvo que emplearse a fondo, sobre todo en momentos en que el terrorismo se centraba en los componentes de las Fuerzas Armadas para provocar su reacción como si pudieran seguir ejerciendo su papel de poder fáctico por encima del Gobierno democrático.
Desactivado el golpismo tras el juicio del 23-F, ahora la festividad del 6 de enero ha cobrado otro carácter mientras la supresión del servicio militar obligatorio nos ha conducido a la profesionalización de las Fuerzas Armadas.
El país se ha reconciliado con los Ejércitos, que han dejado de formar parte de la amenaza nacional y se han convertido en instrumento de su defensa y referente de su política exterior participando en misiones internacionales, donde han ganado un merecido prestigio. Claro que esa función no puede estirarse indefinidamente sin atender a las necesidades que plantea. Es imposible seguir desplegando nuestros contingentes cada vez en más escenarios mientras se reduce el número total de los reclutados, que han pasado desde los 150.000 previstos en el año 2000 a los 80.000 proyectados para 2004.
Mientras tanto, el ministro en su discurso sólo supo exhibir satisfacción y ofrecer 72 condecoraciones a los participantes en la recuperación del islote de Perejil sin nada que reprocharse por el accidente del Yakolev 42 con sus 62 muertos, víctimas del outsourcing. Una fórmula que tiene todo su sentido para el ejercicio puramente empresarial del negocio, pero que deja de tenerlo cuando entran en juego otros valores y se arriesgan vidas de soldados sometidos al imperio de la disciplina militar.