Dom Perignon y otros placeres
Hasta los fastos de mediados de los ochenta en los que la irrupción de la inversión extranjera transformó el panorama bursátil español, la Bolsa de Bilbao se caracterizaba por su especial olfato gracias al sentimiento bolsista de muchos vascos. Servía de guía al resto de los mercados nacionales. Eran años con volúmenes cortos, pero con el mismo entusiasmo que ahora.
Cuentan los viejos bolsistas que, cuando a la una y media de la tarde, que era la hora de cierre, concluía la sesión al alza, los bares y marisquerías de la zona se abarrotaban de agentes, apoderados y barandilleros. Se consumía porque los precios habían subido. Lo curioso es que muchos de los que agasajaban el evento no habían vendido ni una sola acción. Los días de baja, las ostras y cigalas envejecían en el mostrador. En el Madrid de finales de los ochenta, las celebraciones abundaban en Zalacaín, el restaurante más caro de la ciudad en esos años.
Son éstos días de vino y de rosas en Wall Street. Hemos leído en Bloomberg que el coste de las cenas sube como las cotizaciones, los precios de la carne trepan, fluye un vino más caro y se hace más difícil conseguir reservas para Nochevieja. Nick Valenti, director general y máximo responsable de Restaurant Associates, una cadena de restaurantes y servicios alimenticios es categórico al señalar que Wall Street saborea, se relame, de uno de los años más lucrativos de su historia. Se espera que las bonificaciones (bonus es el palabro importado en la industria financiera española) suban una media del 25%, después de haber sufrido la pérdida de 100.000 puestos de trabajo en el sector financiero sólo en Nueva York desde que el Dow Jones alcanzó el máximo en marzo de 2001.
Hay más, Palm, un restaurante parrilla clásico del centro inaugurado en 1926, está vendiendo champanes de lujo como Dom Perignon y Cristal. A estos se unen vinos como Opus One o Caymus Vineyards cuyos precios oscilan entre los 300 y los 400 dólares. El gasto promedio por persona en Palm ha aumentado hasta los 85 dólares desde los 55 de hace tres años.
Warren Buffett entra también en esta relación. El presidente de Berkshire Hathaway está pagando entre 2 y 3 dólares más por los chuletones que degusta en Gorat's Steak House en Omaha. Buffett come en Gorat's hasta dos veces por semana y el restaurante abre exclusivamente para los accionistas la noche anterior a la asamblea anual de Berkshire.
No se cita a Greenspan. ¿Qué pensará el presidente de la Reserva Federal acerca de tanta exuberancia? Quizá vuelva a denunciar la glotonería y los excesos que ello conlleva. mromero@cincodias.es