Miedo y magia en las grandes cifras
Hay en Bolsa caracteres indelebles. Aún no se han ideado las pócimas que, entre otras cosas, eviten el pánico de los participantes en el mercado en momentos muy concretos; que neutralicen la euforia cuando voltean las campanas alcistas y, en definitiva, que eliminen los movimientos manada. Hay asuntos, además, que combinan lo mágico con la reverencia a pesar de los avances tecnológicos y de la socorrida globalización de los mercados.
Miedo y magia conviven, por ejemplo, cuando los índices principales llegan a niveles relevantes. Es lo que sucede ahora con el Dow Jones, que aunque ha perdido significación con el paso del tiempo en lo que respecta a la composición de carteras que replican los principales valores de Wall Street al ser suplido por el S&P 500, es, no obstante, un índice muy aireado en los medios y canales informativos.
El Dow Jones, el mítico índice de Wall Street, consume esfuerzos desde hace dos semanas en el asalto al nivel psicológico de los 10.000 puntos. Algunos puristas se rasgan las vestiduras en el proceso, porque consideran que los 10.000 puntos es algo así como mentar la bicha de la sobrevaloración de la principal Bolsa del mundo, aunque este aspecto, por cierto, es cada vez más contestado por los grandes profesionales del mercado.
Menos entusiasmo merecen las idas y venidas del mercado tecnológico Nasdaq en la cota de los 2.000 puntos, porque este indicador llegó a los 5.000 en pleno éxtasis alcista. Tampoco ha merecido un seguimiento especial la llegada, primero, y pérdida, después, del Nikkei japonés a los 10.000 y 11.000 puntos, en un tobogán frenético que ha durado, por ahora, un mes. En Europa no hay referencias mágicas que despierten inquietud o temor a pesar de las subidas acumuladas por los índices en lo que va de año.
Los 10.000 puntos del Dow Jones levantan pasiones, porque surgen cuando los mercados quieren dar carpetazo al año, pasar página rápidamente, demostrando cierta ansia de mantener las plusvalías acumuladas a buen recaudo. Los bajistas aprovechan el caso para resaltar que este nivel marca un importante nivel de sobrevaloración de Wall Street. Los alcistas, en cambio, comienzan a despreciar cada vez más el análisis por el PER al considerar que la caída del dólar distorsiona sobremanera los precios de la Bolsa de Nueva York para los inversores extranjeros: una misma acción de una misma empresa es hoy más barata para el inversor foráneo, con lo que aumenta la capacidad de comprar y consolida soportes.
El miedo a las cifras, miedo a los miles, como el temor infundado al milenio, comparte asiento en Bolsa con el trajín bajista del dólar.