Manolo rompe los papeles
El vecino del tercero ha aprovechado la tranquilidad relativa del largo fin de semana para ordenar su despacho. Juan, el portero de la finca, le ayudó en el empeño. Entre el material de desecho abundaba la literatura económica. Revistas y periódicos especializados, algunos de hace diez años, con apuntes entonces que tienen vigencia en la actualidad. Incluso aparecieron episodios con los mismos perros y los mismos collares de hoy.
El desbarajuste monetario que está de moda ya conoció a principios de los ochenta el pulso de Soros contra la libra y, por derivación, contra el Sistema Monetario Europeo. Hasta que se idearon y aprobaron bandas libres de fluctuación para las divisas europeas, los mercados conocieron sucesivos vendavales ampliamente recogidos en las crónicas de la época. Alguna de ellas auguraba el fin del mundo.
Sucedió que el órdago al Sistema Monetario Europeo regeneró las estructura económica de muchos países por la vía del adelgazamiento de unos activos, inmobiliarios y accionariales, muy inflados. Finalizadas las tormentas monetarias, los inversores respiraron hondo en lo que fue el inicio de un movimiento de recuperación.
Años después, Soros aparece en las portadas de periódicos extranjeros influyentes como posible mentor de un movimiento contra el dólar. En el empeño le habría ayudado el multimillonario Warren Buffet.
El afán de algunos observadores y otros tantos expertos es que la caída del dólar tendrá efectos devastadores sobre la economía europea, porque las empresas emblemáticas tienen presas sus cuentas de resultados en el área del dólar. La bicha del fin del mundo vuelve a mentarse, aunque el análisis del momento es superfluo: las grandes empresas han aprendido a convivir con los sobresaltos monetarios y cubren sus posiciones con derivados. Los presidentes de las grandes corporaciones combinan, además, estrategias diversas en las que la deslocalización de las empresas juegan un papel cada vez más importante.
Manolo discutía con el portero de la finca lo importante que es para la economía de Estados Unidos que el dólar claudique, porque redundará en un abaratamiento de los activos, especialmente hinchados, y en una mejor percepción de los capitales extranjeros. Estados Unidos se convertirá, según el vecino del tercero, en un destino turístico preferente.
Los cátedros no lo tienen tan claro. Predican que el déficit es histórico, exagerado y preocupante, y que en ese mal reside la debilidad del dólar. Se olvidan, no obstante, de que la Administración Bush lleva un año con sugerencias bajistas de su moneda. La clave está en acertar el punto de inflexión.