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Tribuna
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Turrón y planes de pensiones

Un plan de pensiones es un vehículo que rentabiliza el ahorro para la jubilación y, como tal, debe regirse por los principios básicos de toda inversión. El autor sostiene que esta idea debe extenderse también a las campañas de marketing de los planes

Hace unos días encontré en mi buzón un pequeño catálogo, envuelto en un plástico de envío postal tamaño cuartilla, similar al de unos grandes almacenes que recibo en alguna que otra ocasión. La rutina fue la misma que empleo con este último: lo abrí de forma descuidada en el ascensor, mientras rebuscaba las llaves en el abrigo y guardaba unos engorrosos papeles en una engorrosa carpeta de piel. A primera vista el catálogo ofrecía distintos productos conocidos por todos: DVD, equipos de home cinema, juegos de maletas de viajes, televisiones, pantallas TFT, cámaras digitales, videocámaras, baterías de cocina, botellas de vino, juegos de cuchillos, etcétera. Quince páginas a todo color.

Si están pensando que hablo de una promoción navideña se equivocan... aunque no del todo. En mis manos tenía un catálogo de planes de pensiones. Lo descubrí descifrando las ilegibles letras que acompañaban a los regalos. Cuando entré en casa, incluso mi padre, que supera los 70 años y está jubilado, contemplaba la posibilidad (inexistente) de suscribir aquel que ponía debajo de su brazo tres jamones de bellota, 'para acompañar la partida de los domingos'.

Todos los años por estas fechas asistimos al absurdo de ver ofertas de productos incluidos en la euforia del consumo navideño

Con este episodio, ficticio, pretendo caricaturizar el absurdo al que asistimos todos los años por estas fechas, incluido paradójicamente dentro de la euforia navideña de los productos de consumo: los anuncios de juguetes, el turrón y la campaña de planes de pensiones. ¿Habría Navidad si alguno de ellos faltara?

Ironías aparte, aunque el inversor español es cada vez más exigente, existen entidades especializadas en la gestión de patrimonios y los organismos supervisores exigen prácticas y medidas que arrojen transparencia e información al mercado, la comercialización de planes de pensiones parece discurrir por caminos alternativos.

Un plan de pensiones es, en esencia, el vehículo que posibilita la rentabilización del ahorro para el momento de la jubilación y, como tal, la toma de decisiones debe regirse por los principios básicos de toda inversión. Entiendo que esta idea también debe extenderse a las campañas de marketing, ya que éstas, además de tener como objetivo incrementar las ventas, son un reflejo del servicio al cliente en tanto en cuanto forman parte de la comunicación de la entidad.

Empecemos recordando las ventajas de un plan de pensiones, para centrarnos en aquellas que no contemplan las campañas navideñas y que, sin embargo, constituyen una de las claves del éxito del producto:

l La desgravación de la base general del IRPF, con ciertos límites, tanto de las aportaciones realizadas por su empresa a sus planes de empleo como las realizadas por usted mismo.

l La posibilidad de adecuar la inversión a su horizonte temporal y perfil de riesgo, debido a la opción de cambiar de plan sin coste fiscal.

Desarrollando esta idea, la regla de oro al planificar la suscripción de un plan es determinar la estrategia de inversión, desde la primera aportación hasta la última. Para los más escépticos: la diferencia entre una estrategia correcta y una incorrecta puede suponer una disminución hasta del 50% del valor final de la inversión.

Esta estrategia debe definirse en función del perfil de riesgo como inversor, lo que definirá el riesgo de la inversión, y la edad actual, lo que definirá el horizonte de la inversión. De este modo elegirá, en cada momento, los planes que le permitan, en cada categoría, materializar la distribución de activos que mejor se ajuste.

Es decir, lo ideal es que se escoja una estructura flexible de modo que, a medida que se acerque la jubilación, se traslade desde posiciones más agresivas a otras conservadoras.

Por lo tanto, lo más recomendable es aportar a un plan más agresivo (que invierta mayoritariamente en renta variable) hasta los 45 años, situarse en una posición más moderada hasta los 55-60 años (plan mixto: renta fija y renta variable) e ir acercándose a posiciones más conservadoras cuando se acerque la jubilación (activos monetarios y renta fija).

Todo esto es posible hacerlo sin ningún coste fiscal, ya que existe la posibilidad de trasladar los derechos consolidados de un plan de pensiones a otro sin tributar.

Por la naturaleza de su finalidad, el plan de pensiones es un vehículo absolutamente eficiente que a lo largo de los años no ha hecho más que incorporar ventajas. No olvidemos que lo que se persigue es facilitar el futuro de las personas, ayudarles a vivir mañana de la forma que hoy imaginan. Algo tan serio como todo eso.

¿Alguien puede explicarme qué tiene que ver todo esto con una olla a presión de última generación?

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